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Juan Manuel Pombo

Todo tiene que ver con todo

Juan Manuel Pombo
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Juan Manuel Pombo

Un viejo amigo matemático ha sostenido siempre que la educación es una ciencia menor, pero no por eso menos importante. Otro, más reciente, que es imposible superar una mala primaria o un peor bachillerato. Estoy de acuerdo con ambos, pero darle en la cabeza al clavo cuando se trata de mejorar lo anterior, es un empeño en el que se viene fallando desde Sócrates.

Vamos, pues, a llover sobre mojado. A continuación la traducción de una carta redactada por una bachiller alemana, Katharina Kolerova, en la que la joven responde a la pregunta: ¿cómo se sienten los niños alemanes cuando se enteran en clase de lo que Hitler/Alemania hicieron en la Segunda Guerra?:

“Soy joven, alemana y justo ahora tocamos el tema en clase. Primero: la clase de historia no es la única en la que se toca la guerra. (Sí, cuando hablamos de la Segunda Guerra decimos “la guerra”). Ejemplos: Música: oímos canciones sobre y/o compuestas durante la guerra. Cerca de donde vivo hubo un campo de concentración y los presos allí compusieron una canción que aquí todo el mundo conoce. Oímos también canciones de después de la guerra (Rock-and-Roll/Schlager). Schlager son canciones alemanas muy pegajosas. Alemán: de grados 7 a 12/13 analizamos textos. Discursos y poemas. El lenguaje, cómo nos afecta, qué se propone quien escribe/habla. Imaginar por qué. Geografía: aprendemos sobre otras culturas. Lo hermosas que son. ¿Cómo pudieron destruir tantas? Arte: análisis, esta vez de pinturas/fotografías hechas/tomadas durante la guerra. Algunas también populares en clase de historia. Religión: nos enteramos sobre distintas religiones y que el cristianismo se originó en el judaísmo y ¿¡¿cómo pudieron nuestros ancestros hacerles daño?!?

“Vale, ahora imaginen que rompen un florero muy preciado y que es irreparable. Y que todo el mundo te odia. Sientes vergüenza y no se lo cuentas a tus hijos. Ellos, sin embargo, se enteran y se sienten culpables por lo que tú has hecho. Luego, les cuentan a sus hijos lo fea que fue su familia y que lo sienten mucho. Esos niños también sienten culpa y tienen más hijos. Estos últimos crecen y, poco a poco, se preguntan si en verdad deben sentir culpa por lo que sus bisabuelos hicieron. Tales niños son mi generación. Por supuesto que el hecho nos horroriza y creemos que no debe repetirse jamás.

“Pero ¿debemos sentirnos culpables? ¿No podemos sentirnos orgullosos de nuestro país? La prensa y los gobiernos dicen que sí. Yo diría que no. Hay que aprender de los errores de nuestros antepasados, claro. Pero me niego a sentirme culpable. Sentirse culpable por algo que uno no hizo, no puede ser sano”.

He ahí el secreto de una buena educación: aprender a pensar en categorías procesales, no finales. Entender que la Revolución Francesa no fue un hecho que ocurrió en 1789, sino un proceso que se inició a mediados del siglo XIX y que quizá no haya aún terminado. Que el paso de la química orgánica al metabolismo celular tomó dos mil millones de años.

Juan Manuel Pombo

Profesor y traductor

juamanpo@yahoo.com

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