Si algo ha cambiado con el auge de la economía digital es la forma como los ciudadanos expresan sus inconformidades. La protesta social, que comenzó hace más de una semana en Colombia y de la cual no existen precedentes en la historia reciente, tiene entre sus grandes novedades el uso de las herramientas tecnológicas como un complemento. Muy rápidamente desde las redes sociales se convocó a marchar y posteriormente a hacer un cacerolazo. Estas tribunas digitales desplazaron por completo a los medios tradicionales que, hay que reconocer, han intentado cubrir de la mejor manera las marchas. No extraña entonces que todos los días amanezcamos con una tendencia distinta en las redes sociales que no significa otra cosa que un elemento común a la hora de escribir un mensaje.
Por supuesto que esta nueva dinámica de comunicación tiene sus beneficios y sus riesgos. De una parte, en tiempo real los ciudadanos pueden contarle al resto de la comunidad lo que está pasando a su alrededor; de ahí nace tanto video artesanal, para el caso de la protesta en mención, en el que se advertía de posibles hurtos en viviendas o de desmanes por parte de la Policía; el riesgo es la desinformación por la posible interpretación errada de una situación y el afán de publicar. En cuestión de minutos los contenidos se comparten entre usuarios para convertirse en virales y terminar emitidos hasta en los noticieros de televisión. Más criterio a la hora de elegir los mensajes y verificar la veracidad de lo que se publica ayuda a erradicar la desinformación.
De manera adicional viene un componente de violencia en las redes sociales que suele acompañar los mensajes. Puede ser por el anonimato o por la tranquilidad desde donde se escribe, pero lo cierto es que los ciudadanos suelen no tener filtro a la hora de crear las publicaciones en sus cuentas de Twitter, Facebook e Instagram. Un estudio del MinTIC denominado Termómetro de Convivencia Digital, elaborado el año pasado, analizó cerca de 70.000 mensajes en las redes; la conclusión es que los colombianos convirtieron esos espacios en verdaderas trincheras desde las cuales disparan sin piedad a cuanto usuario que piense diferente.
Urge que la ciudadanía entienda que se vale hacer cacerolazo digital pero de manera reposada, con criterio, tolerancia frente a la diferencia, respeto entre los usuarios, menos adjetivos y más argumentos. Ante tanto inconformismo, el objetivo de cada mensaje no deben ser las personas, sino las problemáticas. Por eso quienes elevan la voz desde el mundo digital y tienen tanta acogida entre los ciudadanos deben ser conscientes de la enorme responsabilidad de sus publicaciones. No se puede desperdiciar un espacio tan valioso con mensajes incendiarios o desinformativos. Quedarse en la crítica, en la desesperanza, en que nada sirve e incidir negativamente en el ambiente país es el peor de los caminos.
El reto está en proponer, construir y encontrar salidas a las diferencias. Más que copiar a Chile, lo que Colombia debe hacer es encontrar su propia hoja de ruta para solucionar los problemas y ahí las redes sociales pueden ser muy útiles como canal de comunicación.
Juan Manuel Ramírez
CEO de Innobrand
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