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Juan Manuel Ramirez M.
columnista

Censura

No condenar antes de investigar, consultar tantas fuentes y buscar la independencia deben ser pilares que los buenos medios deben tener en su ADN.

Juan Manuel Ramirez M.
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Juan Manuel Ramirez M.

Hace unos días, mientras en Colombia se anunciaba el cierre del programa de televisión de Pirry en el marco de una investigación periodística al presidente del Congreso de la República, Mauricio Lizcano, y tras presuntas presiones al Canal RCN para tomar dicha decisión, en Venezuela el Gobierno del presidente Nicolás Maduro ordenó bloquear la señal de la cadena CNN, luego de que se presentara un reportaje denominado ‘Pasaportes en la Sombra’ que incomodó al Ejecutivo.

Por su parte, en Estados Unidos el inconformismo creciente con la prensa local por parte del presidente Donald Trump es cada vez más evidente en sus pronunciamientos.

Este panorama llama a la reflexión en un momento en el que las nuevas tecnologías han transformado los sistemas de comunicación. Las redes sociales, en particular, constituyen ese nuevo canal a través del cual un ciudadano puede contar, opinar, transmitir o ejercer presión sobre un tema que los medios tradicionales pudieran ignorar. Se trata del nuevo mundo que han delineado los canales más innovadores de conversación.

Para no ir tan lejos, apenas CNN fue notificado de la decisión del Gobierno venezolano de impedir que los ciudadanos recibieran información de esta cadena, acudieron a las redes sociales para ofrecer una alternativa de transmisión de la señal.

Los medios tradicionales difícilmente pueden competir con el poder ciudadano que constituyen las redes sociales y por eso los más innovadores han acudido a este nuevo canal para complementar su compromiso con la información. El derecho a la libertad de prensa debe repensarse desde esta nueva perspectiva. Con el contexto actual, un gobierno que pretenda censurar o silenciar un trabajo periodístico (o a un medio), lo único que logra es atraer más la atención de la opinión pública sobre el mismo.

Revisemos algunas cifras en Colombia. De acuerdo con la Fundación para la Libertad de Prensa, en el 2016 se registraron 216 violaciones a la libertad de prensa que afectaron a 262 víctimas (además de 47 agresiones físicas y 44 obstrucciones al cubrimiento). El secuestro a cinco periodistas en El Tarra (Norte de Santander) fue uno de los casos recientes más graves. Aunque en el 2016, por primera vez en siete años, no le quitaron la vida a ningún reportero en el país por causas asociadas a su oficio, las presiones, amenazas, obstáculos y agresiones, según la Flip, se han multiplicado.

Aunque el caso particular de CNN ha puesto a pensar a la prensa latinoamericana, no han sido tantos los pronunciamiento de autoridades y organizaciones como uno esperaría. Ante un precedente de tal magnitud no se puede esperar un silencio cómplice ni mucho menos indiferencia. Basta con dar un mirada a las redes sociales, donde, por el contrario, no se han hecho esperar los miles de comentarios de usuario indignados.
Ahora que los medios cuentan con nuevas herramientas para comunicar, así mismo crece su responsabilidad con la información que se publica.

No condenar antes de investigar, consultar tantas fuentes como se pueda y buscar la independencia deben ser pilares que, en cualquiera de los casos, los buenos medios deben tener en su ADN. Reconozcamos, que hoy los medios de comunicación hacen el trabajo que no logran hacer los entes judiciales.

Juan Manuel Ramírez Montero
CEO de Innobrand / j@egonomista.com

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