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Juan Manuel Ramirez M.
columnista

Reconciliación

Cientos de negocios surgidos en medio de la adversidad de la guerra merecen recursos para salir adelante.

Juan Manuel Ramirez M.
POR:
Juan Manuel Ramirez M.

Cuando uno habla del proceso de paz con cualquier persona, sea partidario del ‘Sí’ o del ‘No’, la pregunta común es ¿qué ponemos a hacer a toda esta gente después de la firma? Para mi sorpresa, recientemente se lanzó el Fondo de Innovación para la Paz de la Embajada de Suecia y la organización Reconciliación Colombia, una iniciativa de cooperación internacional que acoge proyectos productivos, en el marco de una convocatoria pública, y los financia y acompaña para potenciar su impacto social.

Este año, en su primera edición, se seleccionaron 20 proyectos (de 210 que se presentaron); cada uno representa una historia de valentía, superación, optimismo, humanismo y reconciliación.

Hay que escuchar el relato de una de las emprendedoras proveniente de Bojayá, en el Chocó, que cuenta cómo desarrollaron jabones, exfoliantes y mascarillas para el cuidado corporal y de la salud a base de ingredientes orgánicos como el borojó o la cúrcuma.

Su microempresa, Selvacéutica, trazó una idea innovadora que reclama una oportunidad en medio del conflicto. Como este proyecto, existen otros tantos localizados en zonas golpeadas por la guerra.

En Cumbal (Nariño), la asociación indígena La Kumba comercializa fresas orgánicas; en Yumbo (Valle), Pacificoco reúne la producción de coco de 420 familias de Nariño, Cauca, Valle y Choco; en Sincelejito (Córdoba), la Asociación Nueva Esperanza comercializa el ajonjolí de 450 productores de la región, y en Valle del Guamuez (Putumayo), la Corporación Colombia Internacional implementa un sistema de policultivo de ají y asaí.

En algunas de estas iniciativas, paradójicamente, conviven excombatientes y víctimas con el mismo propósito, salir adelante y mejorar sus ingresos.

Todo un ejemplo de perdón. Como este tipo de proyectos seguramente hay cantidades por todo el país reclamando apoyo. Por eso, para quienes temen a la paz, esto resuelve una de sus grandes inquietudes. A ello hay que dedicar a buena parte de los actores del conflicto armado. No se trata de convertirlos a todos en emprendedores, eso sería demasiado optimista, pero sí invitarlos a que hagan parte de proyectos, que representan una oportunidad de mejoramiento de la calidad de vida, superación personal y desarrollo de habilidades.

No pocos creen que lo realmente difícil en la búsqueda de la paz con las Farc, estable y duradera, comienza en el momento posterior a la firma del acuerdo. Esto significa que se requiere garantizar oportunidades y un suministro permanente de bienes y servicios públicos desde el Estado para los sectores donde la población es más vulnerable. Muy destacable la posición de Suecia y, en ese camino, la de Alemania que, en medio de toda esta incertidumbre, promueven con ahínco la importancia de prepararnos socialmente como país para el posconflicto. Para el caso puntual de Reconciliación Colombia y sus 85 socios, nada más meritorio que entrar al territorio a identificar tantas historias de vida que reclaman ayuda técnica y financiera.

Resulta alentador que el país ya avance en ese nuevo momento que soñamos. Aquel en el que nuestras preocupaciones se limiten a llevar los productos de nuestros compatriotas del sector rural a los mercados internacionales y dejar a un lado esa historia inevitablemente atada a la guerra que ya queremos olvidar.

Juan Manuel Ramírez Montero
CEO de Innobrand
j@egonomista.com / Twitter: @Juamon

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