JUEVES, 07 DE DICIEMBRE DE 2023

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Juan Manuel Ramirez M.

¿Las horas contadas del PIB?

Pareciera que todo el mundo le está empezando a dar la espalda a la que alguna vez fue considerada la medida económica de mayor prestigio.

Juan Manuel Ramirez M.
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Juan Manuel Ramirez M.

Recordaba por estos días la BBC, que el Producto Interno Bruto (PIB) es una medida del valor de los bienes y servicios que un país produce y, quizás, el indicador estadístico más poderoso de la historia. Se trata de un índice que ha tenido una gran influencia en las políticas globales y, de hecho, resulta el mecanismo no solo para determinar si un país va o no por buen camino, sino las capacidades que un gobierno ha tenido para sacar adelante a su economía durante cierto periodo de tiempo. Sin embargo, cada día tiene más críticas y, tal vez, la principal, planteada por nada menos que Bobby Kennedy en 1968, es que “mide todo, excepto lo que hace que la vida valga la pena”.

En otras palabras, según Kennedy el PIB está irremediablemente viciado como una medida del bienestar humano. Ahora bien, si uno se remonta varias décadas atrás, a los años 30, para ser más exacto, Simon Kuznets, un pionero del PIB, advertía que “el bienestar de una nación podía difícilmente inferirse de una medida del ingreso nacional”. Para analizar el caso colombiano, en el que las críticas no son la excepción, un análisis de los años en los cuales el país ha registrado mejores niveles de crecimiento del PIB permite concluir que no necesariamente han sido los que han obtenido recuperaciones en los índices de pobreza, desigualdad, desempleo y miseria.

El asunto es que un mayor crecimiento económico, producto del incremento del PIB, debería traducirse en menores costos de vida, mejoramiento de los servicios públicos, crecimiento en infraestructura, gratuidad la educación y la salud, o por lo menos un componente de calidad; en síntesis, el PIB debe representar un verdadero cambio en la realidad inmediata de los ciudadanos que signifique avanzar hacia el desarrollo. El progreso de un país se observa desde una perspectiva distinta si en vez de medir exclusivamente el crecimiento se tiene en cuenta el desarrollo económico.

Aún teniendo en cuenta las críticas contra el PIB, que surgió desde la Gran Depresión –en los años 30– y a partir de la Segunda Guerra Mundial, como un intento por estabilizar las previsiones económicas, el indicador se mantiene como la medida central del éxito de un país. Y aunque es cierto que existen otros índices como el de desarrollo humano, competitividad e incluso de felicidad, vale la pena que la percepción de economía exitosa se sintonice con el mundo cambiante y la urgencia de los países emergentes por generar bienestar general.

Ese propósito pasa, además, por una modificación a los discursos políticos que suelen estar sustentados en el crecimiento económico como un fin mismo, y que no incide necesariamente en el mejoramiento de la calidad de vida de la gente.

Juan Manuel Ramírez Montero

Consultor privado

ibaweb@hotmail.com

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