Es cierto que la reciente revisión del cuadro macroeconómico del FMI, además de la brusca modificación de sus previsiones en los países de la UE, advierte del peligro que supone el ajuste fiscal automático que sufrirá EE. UU. a partir del primero de enero del 2013, equivalente al 4% del PIB, aunque mantiene como variables de análisis –que le llevan a no considerarlo aún en recesión– parámetros como la curva de tipo S o los agregados monetarios, que usa como indicadores adelantados, al igual que la Ocde, cuando la política monetaria expansiva de la Reserva Federal ha distorsionado su interpretación.
En contraste, si cogemos indicadores adelantados como el Cfnai, hechos por la FED, aparecen ya síntomas de la entrada en recesión de este país en el cuarto trimestre del 2012, antes de los ajustes fiscales.
Conviene recordar que cuando Ben Bernanke llegó a la presidencia de la Reserva Federal, en su discurso de posesión, señaló que, “gracias a Friedman, jamás volveremos a tener una crisis financiera en EE.UU”. Por él, ya sabíamos la receta para evitarla: dinero, dinero, dinero. De ahí, los famosos QE1, QE2 y el previsible futuro QE3, que solo han conseguido provocar una inflación de activos con riesgo, con incremento de la propensión marginal al riesgo de los inversores, donde la única manera de ganar al mercado es tomando mayor beta y apalancándose con dichas inyecciones de liquidez.
La realidad es que el crecimiento de la mayor potencia económica del mundo en los últimos tres años ha sido una ficción sostenida por una política expansiva de la FED y una fiscal expansiva que no ha conseguido la reactivación de la economía, al articularse más a la exención impositiva de las rentas más altas que a la inversión productiva.
Un problema adicional, asociado a esta política expansiva de la FED, es que la inflación de activos se ha canalizado a través de activos como los commodities, que han provocado una ilusión de crecimiento económico en las economías en vía de desarrollo, que ahora empieza a revertirse con la devolución del QE2, basada en la dependencia de estas economías a la evolución de los precios de las materias primas, al carecer de la clase media capaz de crear una demanda interna que las sostenga, lo que puede provocar un efecto dominó cuando comiencen los ajustes fiscales de EE. UU. en muchas economías de América Latina con fuerte dependencia de sus exportaciones respecto a la economía norteamericana.
Si sumamos Europa y EE. UU., en el 2013 puede entrar en recesión más de la mitad del PIB mundial, con todo lo que esto implica para la otra mitad del PIB.
Seguimos sin darnos cuenta del cambio de paradigma económico que esta crisis global ha traído, de forma que continuamos aplicando políticas erróneas basadas en modelos fallidos e insostenibles, que pueden llevar a la economía mundial a una prolongada fase de crecimiento bajo, casi nulo, que solo puede traer destrucción de empleo y, asociado a este, conflictividad social, incluso en aquellas regiones del globo que se creían libres de ella.
Lorenzo Dávila
Jefe de Investigación, IEB, España
lorenzodavila@emecero.com