La distribución de la riqueza es un tema recurrente en mayor o menor grado en todas las corrientes de doctrinas religiosas, políticas y económicas desde que la humanidad tiene memoria. Aún más, una significativa parte del discurso político contemporáneo se refiere al objetivo de reducir la distancia material entre los que más riqueza poseen y los que ninguna. Paradójicamente, durante el sXXI, en los países desarrollados, se ha estado revirtiendo lo obtenido en terminos de mejoramiento en la distribución de la riqueza durante todo el sXX.
El famoso índice de Gini se usa como el principal indicador de la desigualdad; donde 1 es máxima desigualdad y 0 igualdad total. El coeficiente Gini indica cuanto se aleja de la media de la riqueza la diferencia promedio, entre sí, de todos los individuos. Es clave advertir que es apenas un modelo estadístico con inevitables limitaciones. Estructuras muy diferentes de distribución pueden resultar en números Gini parecidos. La mayor utilidad del Gini es establecer comparaciones intertemporales de la distribución de un mismo país.
De acuerdo al Banco Mundial (List of countries by wealth inequality based on information by the World Bank, 2019), los países con mayor desigualdad en la distribución de su riqueza son: Holanda (0,9), Rusia (0,879), Suecia (0,867), Estados Unidos (0,852), Brasil (0,849) y Dinamarca (0,838). En esta misma lista figura Colombia con un Gini de 0,77, menos desigual que Haití, Chile, Perú y México. Lo más llamativo con respecto a la distribución de la riqueza en los países desarrollados es que gracias a las posibilidades de endeudamiento, una amplia porción de la población más pobre tiene “Riqueza negativa”, sus deudas superan cualquier activo.
El listado de la desigualdad del ingreso es diferente. Esto se explica por varias razones. La gran proporción de la población que tiene “Riqueza negativa”, recibe ingresos eventualmente importantes, “positivos”, por su trabajo. La disponibilidad inmensa de apalancamiento permite a los más pobres generar ingresos presentes contra pagos futuros, aunque su “Riqueza” sea crecientemente “negativa”. El incremento en el valor de los activos, primordialmente en manos de los más ricos, no se registra en general como un “ingreso” ni en las cuentas nacionales ni para efectos fiscales; ni tampoco el “consumo” de ésta, minimizando el ingreso de los más ricos. Y, muy importante, la tributación y el gasto social, disminuyen el efecto de la desigualdad de la riqueza sobre el ingreso efectivo.
El listado de los países más desiguales lo lidera Surafrica, con un Gini de 0,65. Holanda, Suecia y Dinamarca, campeones de la desigualdad en la distribución de la riqueza, tienen un Gini de ingreso de alrededor de 0,42, que se convierte en alrededor de 0,25 después de los impuestos y las transferencias sociales. La intervención del estado en estos países redistribuye el ingreso disponible y aunque esto no altera la gigantesca desigualdad en la distribución de la riqueza, es un paliativo a los efectos más perversos. Colombia, tiene un Gini de ingreso de 0,52 y como anotaba Juan Pablo Córdoba en un artículo reciente, dado que las transferencias sociales (subsidio a pensiones regimen prima media y transferencias educación superior) se dirigen al 20% más rico del país, este Gini permanece inalterado después de la acción del estado.
Louis Kleyn
Consultor Empresarial