El Banco de la República (BR) decidió, a finales de marzo, mantener la tasa de intervención en 5,25%, argumentando que la situación no requiere un nuevo aumento.
Sorprende ahora recordar que, hace menos de dos meses, el mismo Gerente del BR presentó un panorama sobre la economía colombiana que exigía una política monetaria mucho menos laxa y advirtió que existe un largo rezago entre su aplicación y el efecto deseado.
Aquel diagnóstico que precedió la subida hasta 4,75%, sobre el gran crecimiento del crédito y el consumo, las presiones inflacionarias y el riesgo de que se estén gestando ‘desequilibrios macroeconómicos’, sigue siendo naturalmente válido. El 0,5% de aumento acumulado es casi irrelevante ante este panorama. La tasa real de intervención del BR, apenas si supera el 1,5%, es apropiada para coyunturas recesivas, opuestas a la actual.
¿Cómo definir la política monetaria que necesita ahora Colombia? Incorporándose a la economía global como nunca antes, aumentando con creces su comercio exterior, la estabilidad monetaria es esencial para la competitividad de la economía colombiana, manifestada en permanencia de precios y, especialmente, en tasas de interés reales comparables a las que afrontan los empresarios en el mundo.
Por ejemplo, tasas hipotecarias y tasas preferenciales corporativas de plazos medios, debajo del 8%, aún parecen ciencia ficción en Colombia.
Desde el gobierno de Álvaro Uribe existe una fijación nacional sobre la revaluación del peso con respecto al dólar.
Muchos creen que la laxitud monetaria con el peso es la respuesta.
La verdad es que poco pueden hacer las autoridades económicas colombianas contra la depreciación del dólar, un inevitable fenómeno mundial, por el grave desequilibrio económico de Estados Unidos y la gigantesca expansión monetaria que ha más que duplicado los dólares en circulación desde el 2007.
Por el contrario, la revaluación del peso frente al dólar exige una política monetaria más estricta.
Si durante 2012 tenemos una inflación del 4% en pesos, con una revaluación del peso del 10%, significaría una inflación en dólares, de los productos y servicios colombianos, del 14%, haciendo muy difícil competir.
De otra parte, la revaluación debería facilitar y aumentar la efectividad de las medidas que se tomen contra la inflación.
Las presiones inflacionarias en Colombia son reales y evidentes. La economía crece al 6%, un ritmo que genera traumatismos en el aparato productivo.
El desempleo permanece en un dígito. El ajuste al salario mínimo en el 5,8% creó una nueva referencia para la elevación de muchos precios, empezando por los negocios intensivos en mano de obra.
Los precios de la finca raíz suben sin pausa, los dos años anteriores suman aumentos superiores al 20% y la tendencia continúa; a esto se suman tarifas de servicios públicos y combustibles.
Todo, catalizado con la cartera de crédito del sistema financiero creciendo cerca del 25%, particularmente el crédito de consumo. Los agregados monetarios, M1 y M3 a ritmos del 20% anual para el último trimestre del 2011.
Es urgente que las autoridades monetarias asuman la responsabilidad del momento, establezcan un objetivo de inflación inferior al 2% y utilicen la tasa de intervención y demás herramientas a su alcance para darle al país la tan esquiva estabilidad monetaria que permitirá consolidar el buen momento económico y extender su impacto positivo hacia el futuro.
Luis Kleyn
Consultor empresarial
louiskleyn@hotmail.com