El clima de inversión es un tema de vital importancia para el país, del que no se ha hablado mucho por parte de los candidatos, aunque debería ser una política de Estado y no de partido, para –de una vez por todas– dar la estabilidad necesaria a la inversión privada, tanto nacional como extranjera.
Para eso debemos ser sinceros, Colombia es un país grandioso, pero no es ningún paraíso para los inversionistas, de hecho, es más bien complicado, con una tendencia endémica a cambiar las reglas de juego en la mitad de camino, lo que asusta mucho a los empresarios. Incluso los acuerdos de estabilidad jurídica, que firmaron algunos inversores con el Gobierno anterior, se los han cambiado. Y esto tiene un efecto adverso en el mundo empresarial.
Deberíamos, todos, empezar a buscar la forma de mejorar el clima de inversión y mantenerlo en el tiempo.
En los últimos años hemos mejorado notablemente, pero aún se ven actuaciones tan adversas a la inversión, sin importar el tamaño, que inquieta.
Por ejemplo, seguimos oyendo sobre la falta de productividad en el agro, pero cuando unos empresarios serios con dinero y tecnología trataron de desarrollar la Altillanura, atraídos por el Gobierno anterior y por este, fueron sacados a sombrerazos, debido a una ley desafortunada y mal entendida, y al mal manejo que todos le dieron al tema.
Así, terminamos una oportunidad única, para el desarrollo de una región olvidada que hubiera favorecido a todos por igual. Resultado: el capital migró, algunos proyectos quedaron, pero el progreso sufrió un frenazo tal vez irreparable. Y los dueños de los capitales tomaron nota y no van a olvidar.
Ese no es el único caso, soy defensor a ultranza de los páramos y no entendería que el Estado dejara explotarlos, ya que son la fábrica de agua para todos; de tal manera, que aplaudí y me mantengo atento a lo que pase con Santurbán.
Lo que sí no entiendo es que, cuanto papero existe, arrasa con el páramo y nadie dice nada. Ni papero, ni minas, ni nada en los páramos.
Tampoco entiendo que ningún proyecto de minería de oro legal, grande o pequeño, logre salir, mientras que los ilegales surgen como champiñones, y no son empresas pequeñas, son enormes inversiones con maquinaria pesada y kilómetros de explotación que nadie para.
Y que tal las trabas a los proyectos turísticos con marinas, en los que competimos con medio mundo, pero nuestras autoridades acosan a los botes y veleros que entran, los maltratan y, en algunos casos, los decomisan por normas absurdas.
Claro, es una industria que genera ingresos, empresas locales y empleos de calidad, envidiados por su buen nivel en todo el mundo, menos aquí, donde los vemos como caprichos de algunos.
Lo anterior son muestras de la mentalidad del país frente a la inversión privada, que la entorpece y maltrata, siendo que es la única que puede crear los nuevos puestos de calidad, necesarios para que Colombia pueda crecer a los niveles que necesitamos.
Invito a los candidatos y a todos, en general, para que desarrollemos una política de Estado, que haga de Colombia un país atractivo para la inversión en todo su territorio, con reglas estrictas pero claras, para que sean fáciles de entender y aplicar, porque el país y su gente así lo necesita.
Lucas Echeverri R.
Consultor