La primera década del siglo XXI estuvo marcada por un enorme crecimiento del comercio mundial, por encima del PIB global, hasta la irrupción de la crisis del 2008. Este proceso estuvo acompañado de un fuerte crecimiento de los precios de las materias primas, incluidos los bienes agrícolas. Una característica relevante de este periodo fue la fragmentación de los procesos productivos de diversos sectores entre varios países.
Creció el comercio de bienes y el transporte marítimo de los mismos con rutas de comercio predominantemente desde economías emergentes a las naciones desarrolladas. Asimismo, se destacó el progreso de ramos intensivos en trabajo de calificación media. El desarrollo del comercio se acompañó, simultáneamente, del crecimiento de los flujos financieros, en especial a países asiáticos, liderados por China y Japón. En esta primera parte del siglo predominaron las reglas de la OMC y surgieron multiplicidad de acuerdos de libre comercio bilaterales.
En la segunda década concluyó el boom de commodities, y emergiendo a la superficie en todo el proceso se han dado cambios con fuerte incidencia en los sectores, en las economías nacionales y en la global: flujos migratorios masivos, principalmente hacia Europa y EE. UU., con reacciones de algunos países tratando de evitar la libre movilidad, un acendrado proceso de digitalización de los procesos sectoriales, que han tomado forma con la cuarta revolución industrial, el internet de las cosas, la inteligencia artificial, la inminencia de las redes 5G, entre otros. Por supuesto, en la lista de los cambios surge la abrupta imposición de tarifas arancelarias a países y sectores por parte de EE. UU. y dirigidos a China, pero también a otros países, con previsibles efectos globales.
Nadie sabe a ciencia cierta el resultado final sobre las tendencias iniciales de la globalización, cuál será la nueva forma que adopten las reglas del juego entre los países para impulsar el comercio, pero la economía y el comportamiento humano conforman tendencias que empiezan a visualizarse. En este contexto, es pertinente citar el documento de McKinsey & Company, ‘La globalización en transición: el futuro del comercio y las cadenas de valor’, elaborado sobre una base de 23 cadenas productivas para 43 países. Este resalta que las cadenas productivas productoras de bienes son cada vez menos intensivas en comercio, lo cual es consistente con el hecho de que los servicios entre fronteras crecen más que el comercio de bienes. Estos servicios incluyen bienes intangibles y servicios digitales, y se demanda cada vez más mano de obra especializada en información e innovación. Las cadenas de bienes, como automóviles, computadores y productos electrónicos se concentran en Asia y Europa. Los países tradicionalmente exportadores, principalmente de Asia, se convierten en consumidores de su propia producción. En este tema China es especialmente relevante.
Las grandes tendencias de especialización de cadenas productivas como: solo 12 países cuentan por el 75% de las exportaciones de automóviles, computadores y productos electrónicos al mundo; el 62% del comercio de textiles, juguetes, calzado y muebles, sectores intensivos en trabajo, corresponde a países en desarrollo; el 74% de la producción de productos metálicos, papel e impresión compete a productos intermedios para otras cadenas, la mayor creación de empleo por cadenas productivas está en la agricultura, el comercio mayorista y minorista, el almacenamiento y la salud.
Estas tendencias son un desafío para países en desarrollo de tamaño medio como Colombia, que requiere mayor concentración y consenso público privado sobre estos temas.