Dani Rodrik acaba de publicar, en el Word Economic Forum, un artículo en el cual se pregunta si los países en desarrollo abandonaron muy pronto la manufactura. (Are emerging markets abandoning manufacturing too soon?). Sostiene que, si bien en los Estados avanzados el progreso tecnológico es en gran parte responsable de la historia que está detrás de la desindustrialización, en los países en desarrollo la apertura del comercio y la globalización probablemente desempeñaron un papel comparativamente mayor, produciendo su desindustrialización temprana. Muchos de ellos, la mayoría, se están convirtiendo en economías de servicios sin haber tenido una experiencia adecuada de industrialización.
Concluye, que si bien la desindustrialización ha sido por mucho tiempo una preocupación en los países ricos –que se asocia con la pérdida de puestos de trabajo, al aumento de la desigualdad y la disminución de la capacidad de innovación– en las economías en desarrollo, esa preocupación, por su carácter de temprana, ha tenido efectos económicos y políticos más profundos.
Por los primeros, ha reducido su potencial de crecimiento económico y la posibilidad de convergencia con los niveles de ingreso de las economías avanzadas. Por los segundos, ha hecho más difícil la democratización, ya que los partidos políticos de masas han sido tradicionalmente un subproducto de la industrialización. Además, la política luce diferente y débil, cuando la producción urbana se organiza en torno a la informalidad y a un conjunto difuso de pequeñas empresas y servicios menores.
La respuesta que surge a la pregunta de Rodrik, es que la industrialización temprana no es reversible, aun reconociendo los efectos negativos de la misma. En realidad este fenómeno no es nuevo. Se inicio en los países en desarrollo, particularmente en América Latina, en los años 90 del siglo XX, conjuntamente con la globalización. Para reversarla, no procede revivir las anacrónicas políticas proteccionistas del pasado, sino aplicar las políticas de desarrollo productivo que el mismo Rodrik ha venido planteando, teniendo en cuenta que el mundo esta entrando en una sociedad posindustrial, la cual se ha visto reafirmada con el surgimiento de las nuevas tecnologías no solo de la información sino de automatización y de inteligencia artificial.
Por lo tanto, lo que conviene aplicar es la visión clásica de la economía del desarrollo, que se basa en el cambio estructural, es decir, que el proceso de desarrollo no solo es crecimiento, sino transformación estructural, con algunos sectores económicos más dinámicos liderando el crecimiento y con cambio tecnológico. Precisamente, Rodrik ha presentado modelos y pruebas convincentes de qué es relevante para determinar el crecimiento futuro, cuáles sectores crecen y qué exportaciones se realizan. De estas investigaciones se evidencia la importancia de políticas de desarrollo productivo, entendiendo que no se refieren al sector manufacturero, sino en general a actividades dinámicas tecnológicamente y que generan externalidades positivas hacia otros sectores, en especial en el de servicios.
Estos cambios se orientan también hacia una desestandarización de las relaciones laborales y al surgimiento del trabajador de conocimiento. Las relaciones estables y reguladas de la ‘sociedad industrial’ son historias del pasado. En estas circunstancias, el camino a seguir está trazado, no existen dudas sobre el mismo, ni conviene abandonarlo.
Manuel José Cárdenas
Consultor internacional
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