El 13 de diciembre pasado terminó en Buenos Aires la Undécima Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sin encontrar el consenso necesario para firmar un documento final. Aunque no se llegó a la ruptura definitiva de la OMC, situación temida sobre todo por Argentina, país anfitrión, no se lograron acuerdos para avanzar en el plano multilateral en los aspectos vinculados al comercio mundial y al desarrollo, especialmente sobre los tres pilares de la agricultura (ayuda interna, acceso a los mercados y competencia de las exportaciones) y el acceso a los mercados para los productos no agrícolas, los servicios, el desarrollo, los Adpic, las normas, y los temas del comercio relacionados con el medioambiente.
Solo se logró el compromiso de tener para finales del 2019 un acuerdo sobre las subvenciones a la pesca, que permita alcanzar el Objetivo 14.6 de los ODS de las Naciones Unidas, y para mejorar la notificación de los programas existentes de subvenciones a este sector. Además, los miembros adoptaron otras decisiones, entre ellas, la relativa a la prórroga por dos años de la práctica de no imponer derechos de aduana a las transmisiones electrónicas, y se comprometieron a seguir negociando en todos los temas pendientes.
Ante la imposibilidad de llegar a consensos generales en otros temas, muchos miembros crearon grupos de trabajo informales con miras a potenciar un diálogo hacia el futuro, en especial para la adopción de programas de trabajo para comercio electrónico, facilitación de inversiones y mipymes, así como para reclamaciones no basadas en una infracción y peticiones en el ámbito de los acuerdos de propiedad intelectual (Adpic).
Con estos resultados tan limitados de la Conferencia, el director general de la OMC, Roberto Azevêdo, manifestó: “Sentimos una decepción amarga porque a pesar de los esfuerzos no pudimos cumplir los objetivos”. Asimismo, resaltó que si el foro que dirige pretende “seguir adelante” deberá “hacer un examen de introspección y comprender mejor los intereses de unos y otros”, manteniendo como prioridad, entre otras, “mejorar la vida de los más pobres”.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la crisis de la OMC es de fondo. En materia institucional, llega a su fin el modelo de la OMC centralizado. Aunque hoy cuenta con 161 miembros, es normal que parte de los problemas (como discriminación, subvenciones a la exportación y transparencia) sean reglamentados a nivel multilateral. Pero hay otro tipo de asuntos que requieren pactos regionales, y, en algunos casos, plurilaterales. Esta geometría variable exige, a su vez, diferentes compromisos entre los países participantes según el tema del que se trate.
Además, las reglas comerciales, sin importar a qué nivel tienen efecto, deberán adaptarse a la nueva realidad de los intercambios comerciales y estar en línea con las necesidades reales de las empresas (reducción de costos en el comercio, predictibilidad regulatoria, intercambio de flujos de datos y cadenas de abastecimiento), lo que implica evitar las distinciones artificiales que hoy se hacen entre ‘compromisos comerciales’ e ‘inversión’, y entre ‘bienes’ y ‘servicios’. Finalmente, todos los compromisos deberán tener en cuenta las implicaciones del entorno digital.