Con este título los sociólogos Manuel Castels y Fernando Calderón, el primero conocido a nivel mundial por sus estudios sobre la Sociedad de la Información, publicaron recientemente en el Fondo de Cultura Económica un libro que sintetiza los rasgos definitorios de América Latina en el siglo XXI a través de la investigación, con perspectiva de lo que ha pasado en las dos últimas décadas.
El hecho es que la región se ha insertado plenamente en la globalización en forma contradictoria y conflictiva a través de dos modelos sucesivos de desarrollo económico.
El primero es el modelo clásico neoliberal, en el sentido de que es el mercado quien debe definir los procesos de la sociedad, la política y la economía. Este modelo fracasó, por un lado, por la inestabilidad financiera y, por otro, porque solo modernizó algunos sectores, generó más pobreza y exclusión social. La reacción contra esa situación hizo surgir movimientos sociales y protestas populares que condujeron al neodesarrollismo, especialmente en los países del Cono Sur. El neodesarrollismo es un modelo que se aplicó en economías medianas afectadas por la disminución de las agroexportaciones, que buscó la modernización productiva y una inserción más profunda en la encomia global a través de nuevos esfuerzos exportadores, particularmente hacia el gran mercado chino. Se llamó también “extractismo informacional”, porque fomentó industrias extractivas (incluidas la minero-energética y la agricultura de matriz biogenética) utilizando nuevas tecnologías y métodos de gestión, que cambiaron la estructura de las exportaciones.
Este modelo provocó inicialmente cierto apoyo popular, ya que permitió disminuir la pobreza pero no la desigualdad. Se hizo insostenible en términos de la distribución del ingreso en el momento en que cambiaron los mercados mundiales, en particular por los precios de los commodities, y los gobiernos no pudieron utilizar recursos públicos para apoyarlos.
Esto ha conducido en muchos países no solo a crisis económicas, sino de legitimidad política. Los partidos se han debilitado y prima la corrupción. Ha surgido un presidencialismo de coaliciones, una cultura de la individualización y del consumismo absoluto, del Yo y Yo por encima de todo. Los autores comparan esta situación con la kamanchaka, una palabra aymara que designa una niebla espesa, oscura, que bloquea la visión, penetra en los pulmones, oprime y angustia. Está asociada a leyendas y mitos que denotan desorientación, pérdida de rumbo y ausencia de senderos visibles.
En estas circunstancias, sostienen los autores, el Estado - Nación sufre los embates de la historia. Se integra a la globalización para maximizar su acceso a la riqueza y al poder, formando redes transnacionales, y al hacerlo incrementa la distancia entre el Estado y la nación, entre el imperativo global y la representación local. Es desde allí que surge un anhelo y una política que trata de recuperar el control de la nación frente a la huida de sus élites.
Si bien el panorama de América Latina es desalentador, no quiere decir que sea irreversible. Se requieren movimientos propios de una socialdemocracia moderna: derechos sociales, lucha contra la desigualdad, emergencia climática, feminismo, revolución digital, transformación productiva, educación, servicios públicos, transparencia, etc.