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Manuel José Cárdenas
columnista

Luis Prieto Ocampo

Su vida debe servir de un ejemplo a las nuevas generaciones.

Manuel José Cárdenas
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Manuel José Cárdenas

No es frecuente en Colombia, en donde las instituciones y los hombres tienen una precaria existencia, contemplar el espectáculo de una vida dilatada y profunda como fue la de Luis Prieto Ocampo. Había acumulado un caudal lleno de experiencias, de pragmatismo, de sentido común, inspirado siempre en la honestidad y rectitud que fueron el norte a lo largo de su vida. Conservo, hasta última hora, una visión optimista del porvenir, siempre confiado de que a pesar de los obstáculos y tropiezos, el país saldría adelante y ocuparía un puesto especial no solo en región, sino en el mundo.

Con motivo de su fallecimiento se han puesto de presente sus grandes ejecutorias como empresario y servidor público, virtudes que no son comunes en una misma persona, porque en la mayoría de los casos cuando se es exitoso en uno de ellos no lo es en el otro. Luis Prieto fue la excepción y brilló con luz propia en ambos sectores. En el sector privado fue un excelente empresario (Tejidos Única), emprendedor (Mineros Colombianos), banquero (Banco Cafetero y Banco del Estado) y dirigente gremial (presidente de la Andi). En el sector público no solo fue un administrador eficaz (alcalde de Bogotá, presidente del IFI), sino que a nivel internacional representó a Colombia con dignidad. (Embajador en Bran Bretaña y representante por Colombia y Perú ante el BID).

Seguí muy de cerca su trayectoria vital y cómo comprendió la necesidad de que Colombia se insertara en el proceso de globalización mundial, quebrantando el aislamiento en que se mantenía el país, que lo hacia el ‘Tibet de Suramérica’, como lo denominaba, su amigo y mentor, el expresidente Alfonso López Michelsen. Por eso, desde temprana hora, pensó que Colombia debía diversificar su oferta exportable y a partir de la empresa que dirigía, Tejidos Única, consiguió, con la exportación de hilados y tejidos, que se le otorgara la primera medalla al Mérito Exportador.

Luego, en los años 70, desde la presidencia del Instituto de Fomento Industrial, luchó y lo logro, porque el Régimen de Tratamiento a la Inversión Extranjera, que después quedó plasmado en la Decisión 24 del Grupo Andino, hoy Comunidad Andina, mantuviera un equilibrio entre el tratamiento al capital nacional y al capital extranjero. Desde la presidencia de la Asociación Nacional de Industriales, atendiendo las necesidades de los nuevos tiempos, le dio una visión internacional a la Asociación, participando activamente en defensa de los intereses de la industria en las negociaciones del Grupo Andino y de textiles y confecciones en el ámbito del GATT. Estimuló el desarrollo de la industria energética, la diversificación de las exportaciones y la financiación de ensanches industriales. Le dio a la Asociación una organización sectorial con la creación de comités especializados para cada uno de los sectores.

Fue un miembro de junta excepcional. Todos sus conocimientos y experiencias brillaban en sus presentaciones siempre imparciales, doctas, inspiradas en una visión estratégica de la entidad que dirigía para beneficio de la sociedad, o de los accionistas. Sepan los suyos, especialmente, su viuda, Luz Marina Botero, el aprecio y admiración con que lo despedimos. Su vida debe servir de un ejemplo a las nuevas generaciones.

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