Decía recientemente Gerd Leonard que el futuro se está acelerando de manera rápida por causa de la covid-19 y que en los próximos 10 años, los cambios van a ser como nunca los hemos visto. Si los llevamos a cabo bien, el futuro va a ser promisorio y por el contrario si tomamos las decisiones equivocadas, todo puede terminar muy mal.
Para algunos, con un criterio minimalista, consideran que el país estuvo produciendo en los últimos treinta años petróleo y carbón y en los próximos años la transformación de fondo debe orientarse hacia la agricultura y los servicios. Para otros, como el actual gobierno, con un criterio maximalista, en el documento Conpes 4023, denominado un ‘Nuevo Compromiso por el Futuro de Colombia’ buscan la reactivación y el crecimiento sostenido e incluyente de la economía dentro del marco actual.
Sin embargo, ambos enfoques se quedan cortos porque las prioridades de Colombia deberían tener como foco central una estrategia orientada a desarrollar las tecnologías propias de la IV Revolución Industrial que están tomando la delantera y tienen importancia para mejorar la vida de las personas.
Hay que tener en cuenta que el futuro ya no es una mera extensión del presente porque los cambios que ahora están afectando a todos los aspectos de nuestras vidas son exponenciales e interdependientes. El futuro ya no es un marco de tiempo, es una mentalidad.
El hecho es que 20 tecnologías, más o menos, están tomando la delantera y teniendo importancia para mejorar la vida de las personas. La computadora puede procesar mucho más rápido los datos gracias a la computación en la nube.
Lo que significa que en 10 años tendremos poder de cómputo ilimitado, podremos tomar un trillón de inputs y analizarlos en tiempo real, y eso va a cambiar todo. También la tecnología de inteligencia artificial que se está aplicando a la agricultura, al medioambiente, a la energía, a los alimentos, la salud.
Con toda esta información podremos dar saltos enormes incluso en energías renovables, en 10 años podremos tener fusiones nucleares y en 30 años solucionar el problema de la energía. Pero no es suficiente tener una tecnología de vanguardia, sino que también hay que pensar en las consecuencias y los retos que esto conlleva. Debemos invertir muchísimo en personas.
La base en esta revolución del mundo de los negocios es una infraestructura digital que funciona, en palabras de Bill Gates, como el sistema nervioso en el ser humano, capaz de aportar un flujo de información bien integrado al lugar oportuno de la sociedad en el momento oportuno.
Manuel José Cárdenas
Consultor internacional