La muerte de Germán Montoya Vélez ha servido para recordar el gran papel que desempeño en el sector público como Secretario General de Presidencia de la Republica durante la presidencia de Virgilio Barco, pero se le ha recordado menos como el gran empresario que fue y su aporte al desarrollo industrial del país.
Para destacar el papel que jugó en este campo es oportuno recordar que en los años cincuenta del siglo pasado el desarrollo industrial se basaba en la sustitución de importaciones que buscaba reemplazar a los productos básicos, como materias primas de origen agropecuario (banano y café), por productos de más valor agregado, dentro de los cuales se encontraba la industria automotriz. Esta situación coincidió con el interés de empresas internacionales de trasladar partes de sus actividades a países en desarrollo. Esta nueva visión, conocida como “redespliegue industrial” permitió que grandes multinacionales crearan filiales de producción en países de mano de obra barata.
Esta coyuntura favorable y su experiencia como hombre de empresa, había sido ya vicepresidente de Coltejer, las aprovecho don Germán para crear en Bogotá (1956) la Fábrica Colombiana de Automotores S.A. Colmotores con el fin de ensamblar vehículos automotores. Con tal objeto, celebró un contrato con la British Motor Corporation, para ensamblar el automóvil Austin, que inició producción en 1962. Sucesivamente la empresa pasó a manos de Chrysler Corporation y hoy, de la General Motors. Don Germán fue su presidente hasta 1979.
El ensamblaje de vehículos en Colombia exigía celebrar un contrato con el gobierno nacional en virtud del cual el contratista, para beneficiarse de determinadas preferencias arancelarias, debía incorporar un mínimo de valor agregado nacional, de acuerdo con un coeficiente de integración determinado, que iba aumentando gradualmente.
Para dilatar el horizonte de sustitución de importaciones durante la presidencia de don Germán en Colomotores se negoció, dentro de la Comunidad Andina, un Programa de Desarrollo Sectorial para el sector automotor, que implicó la distribución de la producción de vehículos entre los países miembros y el subsiguiente reparto de mercados. Su negociación implicó un esfuerzo técnico y humano que luego no resultó , pero que de haberse llegado a concretar se esperaba que la dimensión del mercado andino para 1973 hubiera crecido sustancialmente.
De acuerdo con lo anterior, la industria de ensamble en Colombia, tanto en su orden interno como internacional, estuvo extremadamente regulada habiéndole tocado a don Germán negociar con los sucesivos gobiernos condiciones que hicieran viable su operación y desarrollo, hasta convertirla en uno de los puntales del desarrollo industrial. Esas negociaciones no fueron fáciles y le tocó, como él mismo lo comentaba, hacerle entender a los ministros de desarrollo, en los diez y siete años que estuvo al frente de la empresa, cuales eran las condiciones para que ella pudiera crecer y prosperar.
En este momento crítico para la humanidad se requieren empresarios de la talla de don Germán que estén en capacidad de definir qué modelo de desarrollo queremos para el futuro y cómo debemos reindustrializar el país.
Manuel José Cárdenas
Consultor internacional.