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María José Castaño Dávila
Columnista

Todo Comunica

No podemos dejar de lado la comunicación no verbal. Esta es clave, en la medida que tiene incidencia en todos los aspectos de nuestra vida.

María José Castaño Dávila
POR:
María José Castaño Dávila

Sí, así de claro y sencillo. Antes se creía que solo las palabras comunicaban, pero lo cierto es que todo, en conjunto, independiente o fragmentado, está comunicando algo. Acción u omisión, lo que hacemos siempre es leído por terceros de una u otra forma. Por eso, cuidar tanto el contenido como la forma es fundamental. No olvidemos que, a veces, pesa más cómo decimos las cosas que lo que decimos.

Y es que muchas veces nos preocupamos tanto por hacer las cosas bien, que descuidamos cómo las estamos trasmitiendo. Usted puede responder adecuadamente a sus obligaciones como empleado, pero detalles tan pequeños como llegar tarde, no responder correos, errores de ortografía, y hasta su forma de vestir, opacan su gestión y pueden generar un mensaje contrario al que usted quisiera entregar. Como me dijo mi jefe un día: “no solo hay que ser bueno, hay que parecerlo también”.

No podemos dejar de lado la comunicación no verbal. Esta es clave, en la medida que tiene incidencia en todos los aspectos de nuestra vida y nuestras relaciones. De acuerdo con los estudios del doctor Allan Pease, experto en lenguaje corporal, cuando interactuamos con una audiencia, o con una persona, el 87 por ciento del impacto comunicativo responde a la vista; el 9 por ciento, al oído, y el 9 y el 4 por ciento, a otros sentidos. Es decir, el inconsciente lee con mayor eficacia, el lenguaje del cuerpo que el de la palabra.

En la comunicación no verbal, su cuerpo y lo que este hace puede jugarle una mala pasada y causar las peores impresiones. En medio de una reunión, revisar correos y el reloj sugiere que el tema que se discute, o la persona con la que lo hace, no es de su interés. Masticar chicle o comer mientras le hablan, puede ser insultante para su interlocutor. No mirar a los ojos puede mostrarlo falso y generar desconfianza. Por eso, la veracidad y el impacto de sus palabras siempre deben reforzarse con su cuerpo, no contradecirlo o restarle credibilidad.

Dejemos de lado la arrogancia. Independiente del cargo que ocupa, o la posición que tiene, siempre debería preguntarse cómo los terceros leen lo que hace, porque el puente entre percepción y realidad puede ser tan ancho como se lo pueda imaginar. Pida retroalimentación, a sus pares, sus superiores y, sobre todo, a sus subordinados. En cuestiones de liderazgo, el mensaje errado no solo puede generar un mal clima laboral, sino que le puede estar costando un posible ascenso.

Otra recomendación para identificar cómo nos perciben o cómo nos están leyendo es hacer el ejercicio al revés. Piense primero que quiere lograr en ese encuentro o reunión, qué impresión quiere dejar (más allá del discurso que va a entregar). Con esta idea clara, cuestiónese qué tipo de situaciones o hechos hacen que esa persona intuya o piense lo que usted desea y póngalo en práctica. Que los gestos, posturas, tono y carácter, queden alineados con su discurso.

María José Castaño
Consultora
mariajosecastanodavila@gmail.com


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