SÁBADO, 02 DE DICIEMBRE DE 2023

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María Mercedes Moreno
columnista

Coca regulada

La revolución verde del siglo XX fue contraproducente por el incremento de la productividad de baja de calidad debido al uso de pesticidas.

María Mercedes Moreno
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María Mercedes Moreno

La revolución verde del siglo XX fue contraproducente por el incremento de la productividad de baja de calidad debido al uso de pesticidas. Esta constatación es la que nos debe guiar hacia un futuro sostenible. Otra es que la producción y consumo de coca orgánica es innegablemente benéfico. El consumo responsable y autorregulado de sustancias psicoactivas (SPA) existe y es la norma, no la excepción, y la costumbre es ley.

Una de las grandes prerrogativas que tiene Colombia en el escenario mundial, en este siglo ambiental, es ocupar el segundo lugar entre los doce países con mayor diversidad biológica del mundo. Otra, es su búsqueda de paz, en la que las comunidades de la sociedad civil quieren tomar las riendas de sus destinos frente a escenarios de terror incorporados en el imaginario, a fuerza de campañas de desprestigio, y ante la toma de sus recursos por la codicia, corrupción y vía armada.

El gobierno Santos ha iniciado el fin del conflicto interno y su imbricación con la guerra por las drogas. Las concesiones no son despreciables: Zidres, venta de Isagen, glifosato en tierra, en erradicación y Santurbán. Le quedan cortos meses para amarrar su legado y aún no ha enfocado la coca, uno de los mayores recursos en juego. Los proyectos de ley de pequeños cultivadores (FS -13-2017), aunque no enfocan el problema mayor de los procesadores de PBC (un estimado 65 por ciento de los cultivadores) y sobre grupos armados organizados (FS-14-2017), son un paso en ese sentido.

Pero la coca sigue a la deriva sin un modelo propio integral que haga frente al conflicto, la producción y consumo de sus derivados y el deterioro ambiental. Hay que regular la coca ya, aprovechando lo aprendido de los errores en la regulación medicinal de la marihuana. Si se regula para la paz, no se puede entregar la coca a las grandes empresas excluyendo a indígenas, campesinos y usuarios por protocolos y medidas de seguridad.

Si bien se necesita reconocer que ni el Gobierno ni el país se pueden permitir la no erradicación, ni los cultivadores se pueden dar el lujo de perder su sustento, reconocer que ni el comercio y consumo de cocaína van a desaparecer porque Colombia erradique, hay que dejar de especular y proceder a enfocar la coca y sus derivados con ciencia, proyectos pilotos y evidencia para poder actuar.

La prioridad es desarrollar estudios científicos para un modelo novedoso que permita la erradicación, pero también supervivencia y normalización controlada de los usos modernos de la coca.

En Colombia, faltan proyectos pilotos con toda la producción y consumo que se hace, y se puede hacer con coca. Frente a las convenciones hay que regular la coca a nombre de la ciencia para darle usos productivos con el objetivo de erradicar. Su legalización controlada permitiría, asimismo, neutralizar los daños ambientales de su producción, eliminación y cerrar los resquicios por los cuales el narcotráfico, y el Departamento de Estado, pretenden seguir manejando el destino del país.

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