Lo ocurrido en Chile el pasado 4 de septiembre seguramente seguirá siendo objeto de muchos análisis que permitan interpretar el querer del pueblo chileno y su reacción negativa al proyecto de constitución presentada por la comisión encargada de redactarla. El resultado de un rechazo del 62% de los chilenos en un plebiscito que exigió voto obligatorio, aunque estaba anunciado, no deja de sorprender, más aún cuando habían elegido a Boric como presidente y este defendió a fondo la propuesta constitucional.
Es claro que los chilenos quieren un cambio, y así lo dijo la elección presidencial, como pasó también en Colombia. Pero también es muy obvio que ese cambio no incluye una propuesta refundacional, que desmantele totalmente las instituciones y produzca cambios radicales en derechos y obligaciones ciudadanos y que transforme el país en un Estado plurinacional, que sustituya el modelo de república.
Algo similar estamos percibiendo en Colombia. Como en Chile, la mitad del país, pero marcando alguna mayoría, escogió una opción de izquierda que representaba un cambio radical, seguramente hastiado de la corrupción y los manejos de muchos políticos.
Sin embargo, a pesar de que el cambio en cuanto a la participación de algunos políticos no se dio pues varios de los que han rodeado el poder por muchos años y se han distinguido por su transfuguismo político y mental, y ciertos con procesos fiscales, disciplinarios e incluso penales abiertos, están siendo ahora funcionarios o aliados del gobierno, han cambiado totalmente su discurso y sus posiciones son extremistas.
El presidente muestra unas actitudes moderadas en algunos momentos y en otros un radicalismo preocupante, con ideas mesiánicas y poco realizables. Se percibe siempre su desprecio por ciertas actividades productivas y su fastidio hacia la empresa privada, a pesar de haber dicho en mas de una ocasión, que es necesaria para la generación de empleo.
Ministras como la de minas, que desconoce totalmente el manejo y los temas a su cargo, habla con un tono fundamentalista sobre cambios tan profundos, como ordenar a los países desarrollados que decrezcan; o la de salud, que, sí conoce de su área, quiere buscar por la fuerza y mediante actuaciones tendenciosas, la forma de llevar a cabo su ideal de volver al sistema de salud de antes de la ley 100, cuando la cobertura en salud era solo de un 24% y hoy llega al 99,6%.
Lo anterior sumado a los anuncios poco claros de como será la paz total, el proyecto de reforma tributaria, que claramente espanta la inversión y la atracción de capitales, como lo han advertido gremios e inversionistas, están mostrando que el deseo del gobierno y sus aliados es refundar al país, desconociendo muchos de los logros alcanzados y de las mejoras construidas.
Reina en el ambiente incertidumbre, temor, angustia, desconcierto, freno económico, en fin, Colombia tampoco desea un cambio refundacional.
María Sol Navia V.
Exministra
Cambio sin fundamentalismo
Reina en el ambiente incertidumbre, temor, angustia, desconcierto, freno económico, en fin, Colombia tampoco desea un cambio refundacional.
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