Si, tal cual, porque nuestro soldados y policías son parte fundamental de la juventud colombiana, pero parece que a nadie le importaran. Vienen asesinándolos como un deporte y no hemos oído protestas de defensores de derechos humanos, ni ONGs., ni siquiera un fuerte pronunciamiento del Congreso. Solo esta semana empezaron a haber algunas reacciones y llamados de atención a sus autores, principalmente el clan del golfo.
Este domingo el diario EL TIEMPO señaló que han sido muertos 36 policías por el “plan pistola del clan del golfo”. ¿Cuál es su crimen, servir a la patria, defender a la mayoría de los ciudadanos que confían en ellos y aún a los que no lo hacen, ayudar a comunidades barriales y veredales en muchas labores sociales? Pero eso se olvida y solo se recuerda cuando algunos caen en graves errores y abusos, se ignora totalmente las atrocidades de que han sido víctimas, como quemarlos vivos, o matarlos a puñal o bala dentro de las protestas y el paro nacional; solo se investigan sus delitos, pero poco los cometidos contra ellos.
De la misma manera que los soldados, jóvenes de nuestra sociedad, sencillos servidores, sufrieron las mayores atrocidades secuestrados por las Farc, sometidos a campos de concentración y atados con cadenas de pies, manos y cuello, obligados a hacer sus necesidades fisiológicas en su mismo sitio de permanencia, vieron sus vidas truncadas.
Hemos reiterado que los crímenes por algunos cometidos deben ser sancionados con todo rigor, pero no puede colocarse a toda esta juventud, la institucionalidad y el Estado en el mismo nivel de los más terribles y sanguinarios delincuentes que ha padecido este país. No puede achacarse a las fuerzas armadas y el Estado igual responsabilidad en el conflicto armado, como insinúa el informe de la comisión de la verdad.
Ese relato facilita y coadyuva a que la realización de estos dolorosos crímenes y ataques no sean repudiados como debiera ser y a que la sociedad no sea realmente solidaria con las instituciones militares que sirven a la patria, cuyos jefes, como el director de la policía, lloran el dolor de ver los cadáveres de jóvenes con sueños e ilusiones, preparándose para hacer una vida digna y útil, que ha sido truncada por los intereses del narcotráfico que creció de manera desproporcionada gracias a los acuerdos con las Farc de eliminar las fumigaciones.
El nuevo Ministro de Defensa, cuyos antecedentes en pronunciamientos y mensajes a través de twitter, ampliamente conocidos y reproducidos, contra la Fuerza Pública, tendrá la responsabilidad de defender esas fuerzas armadas, de representarlas y proponer los cambios necesarios para evitar desafueros y conservar su disciplina. ¿Cambiará su actitud, su forma de pensar y las apreciará y respaldará? Esperemos que así sea. ¿O apoyará la idea de crear un ministerio especial de seguridad, que podría llevar a una policía política?
María Sol Navia V.
Exministra