La paz es una ambición de todos los seres humanos a través de la historia. Pero la realidad es que desde muchos siglos antes de la época actual, o antes de Cristo, guerras violentas, sangrientas, motivadas por razones de territorio, poder, religión, razas, intereses políticos, o simple codicia, se han desarrollado con duraciones muy dispersas. Nunca hemos tenido realmente una paz total universalmente.
La ambición de lograr una paz total es absolutamente loable, deseable, pero no parece factible, por muchas razones: los actores armados variopintos que padece Colombia, están movidos por intereses muy diversos e incluso enfrentados, no solo con la sociedad y el Estado, sino entre ellos; la forma como se pretende negociar con todos simultáneamente es muy confusa; la falta de planeación del proceso y la improvisación y finalmente la debilidad, desmotivación y confusión en que están sumidas nuestras fuerzas armadas por cuenta de las decisiones del gobierno.
Nuestras fuerzas armadas, que dieron golpes certeros a inhumanos miembros de las Farc, llevándolos a aceptar su imposibilidad de alcanzar el poder por las armas y entrar en un proceso de negociación, son ahora las víctimas; el retiro forzoso de 52 generales de todo el estamento militar al inicio del gobierno para conformar la nueva cúpula militar, hecho nunca antes registrado, condujo a una desmotivación general, pues muchos hombres que habían dedicado su vida al servicio de la patria vieron sus carreras y su vida truncadas, a lo que se sumó la pérdida de toda una formación y experiencia dentro de las fuerzas.
Adicionalmente, las palabras del Ministro del Interior en representación del gobierno, señalando que el secuestro de 79 militares no fue tal, sino un cerco humanitario, fue algo inaudito.
En años recientes hemos vivido varios procesos de paz, con disímiles resultados, fruto de algunos desaparecieron formalmente varios grupos armados, pero el último proceso de Paz, firmado en 2016, claramente fue consecuencia de los inmensos golpes que habían recibido las Farc en el gobierno anterior, y estaban estratégicamente derrotadas.
Sin embargo, conllevó la aguda polarización del país, con la clasificación amigos y enemigos de la paz, situación que hoy vivimos, incrementada por la instigación hacia una lucha de clases. Por otra parte, el aceptar en el proceso de negociación la suspensión de la fumigación de los cultivos de coca y la adopción de una política laxa llevaron a que los cultivos que estaban en menos de 50 mil hectáreas, viniendo de más de 200 mil, volvieran a ese nivel, además las zonas en que las Farc adelantaban sus cultivos y su negocio de drogas ilícitas no fueron ocupadas por el Estado.
Este incremento inmenso y la disputa por todo tipo de rentas ilegales, más las propuestas del gobierno tendientes a descriminalizar actos violentos y conductas punibles, terminan por rematar este escenario que fomenta la violencia y los conflictos.
María Sol Navia V.
Exministra.