Está sobre la mesa el debate del régimen pensional y las sugerencias de la Ocde acerca de cambios en el sistema de pensiones colombiano, que indiscutiblemente requiere ajustes importantes, como se han hecho en muchos países, pues desde hace años se vienen conociendo los estudios actuariales y económicos que demuestran cómo este no es sostenible, dados los cambios que se están presentando en la estructura demográfica del país y del mundo.
Sin entrar en la discusión o análisis de todas las propuestas –algunas parecen muy lógicas y necesarias, otras no tanto–, quiero referirme a un tema espinoso, que ha levantado mucha controversia y que será indiscutiblemente uno de los más polémicos. Es el relacionado con la edad de jubilación para las mujeres, y la propuesta de que sea equiparada a la de los hombres es una idea interesante, pues creo que el trato a mujeres y hombres a nivel laboral debe ser igual, y este es uno de los campos, pero debe ser un trato igualitario en todos los aspectos, en posibilidades, reconocimiento, retribución, capacitación, planes de carrera, respetando diferencias y roles que cada uno desempeña en la familia.
Este ajuste tendrá que ser de forma gradual y requerirá grandes cambios, empezando por la mentalidad y la cultura de los empleadores colombianos, sean públicos o privados, y también de las familias.
Hoy la mujer cumple una doble jornada, debe desempeñar su cargo u oficio en el trabajo al que se encuentre vinculada y, además, iniciar a muy tempranas horas con las labores del hogar y la atención de los hijos, y al terminar la jornada, retomar estas tareas. Requerimos un cambio de cultura que permita que las labores del hogar sean compartidas, como lo son las obligaciones con los recursos aportados por el trabajo femenino.
Pero igual de importante es el cambio que debe darse en la cultura y prácticas empresariales. Existen multitud de estudios que muestran cómo la matrícula universitaria hoy en día no solo es igualitaria, sino mayormente femenina, y cómo en los niveles inferiores de las empresas también hay mayoría de mujeres, pero en la medida en que ascienden hacia la cúpula de las organizaciones, la participación de estas decrece hasta quedar reducida a porcentajes mínimos de 3 a 5 por ciento.
Igualmente, existe un cierto recelo a la contratación de mujeres en edad de tener hijos, en cargos de cierta responsabilidad, por el temor a lo que significa la maternidad, con su licencia y el compromiso de la madre con el bebé.
El cambio de mentalidad debe incluir posibilidades de trabajo con horarios flexibles, teletrabajo, oportunidades de ascenso por capacidades, acompañamiento y apoyo en su crecimiento profesional y personal, de forma que todo esto le permita alargar su ciclo de desarrollo y desempeño profesional y laboral.
Pero, sobre todo, el cambio de mentalidad en directivos para incluir en sus prospectos para los diferentes empleos, de mayor o menor responsabilidad, mujeres de diferentes edades y erradicar el pensamiento de que a determinadas edades hombres y mujeres ya no son productivos. Saber aprovechar las capacidades, experiencia y conocimiento de estas personas, sin pensar que sus capacidades declinan. Esta apertura hacia mantener a personas de mayores edades debe darse por igual para hombres y mujeres.
María Sol Navia
Exministra de Trabajo
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