Las instituciones son fundamentales en la estructura de un país, esta es una aseveración absolutamente obvia. Un Estado se configura sobre las instituciones que diseñe y su evolución, estabilidad; y el logro del bienestar de sus comunidades van a depender de estas. En Colombia, tenemos gravísimos problemas con muchas instituciones, y esta es una situación con consecuencias nefastas para nuestra estabilidad.
Nail Ferguson, en su libro La gran degeneración, analiza la influencia de las instituciones en el desarrollo de Occidente, citando a varios autores y sus respectivas reflexiones sobre el tema. Por ejemplo, al humanista inglés Richad Taverner, en Jardín de sabiduría, cuando señala que la Naturaleza es de gran poder y eficacia, pero la institución o educación es mucho más poderosa, porque es capaz de enmendar, fortalecer y reformar una naturaleza torcida y mala, para resaltar la idea de que son las instituciones las que determinan los modernos resultados históricos, más que las fuerzas naturales, como el tiempo, la geografía o incluso la incidencia de la enfermedad.
En otro aparte, destaca que la evolución institucional es la clave para entender la supremacía occidental y la pobreza en África. Cita a Adam Smith, cuando decía que las razones del estado estacionario de estancamiento económico de China residían en sus leyes e instituciones.
De la misma manera, Acemoglu y Robinson en su libro Por qué fracasan los países, presentan sus análisis sobre el desarrollo de Occidente y por qué unos países y regiones avanzaron más rápido que otros, relacionando estos avances con las instituciones que se estructuraron y consolidaron en los mismos.
Señalan cómo Inglaterra consolidó unas instituciones inclusivas en los siglos XVI y XVII, lo que permitió que este país fuera el primero en avanzar hacia un desarrollo sostenido.
Estas observaciones nos deben llevar a una profunda reflexión sobre nuestras instituciones y el desafortunado descrédito en que han caído. La última encuesta de Gallup deja una información muy preocupante sobre la imagen y credibilidad que tienen las principales instituciones gubernamentales y oficiales en nuestro país: el 79% de los encuestados tiene una opinión desfavorable de la justicia, del Congreso, 67%, la imagen adversa de la Fiscalía llega al 52%, la de Corte Constitucional, 43% y la Corte Suprema, 55% de desfavorabilidad. Ni hablar de los partidos políticos cuya imagen negativa llega al 78%.
No confiar en la justicia, no creer en su capacidad, independencia, rectitud, es quizá lo peor que puede pasarle a un país. Estamos sintiendo que vivimos una justicia politizada, parcializada, que gira alrededor de intereses y cruces de favores personales relacionados con el nombramiento de familiares, amigos y favorecidos, así como con la búsqueda de jubilaciones privilegiadas, con casos dramáticos como el de Andrés Camargo, la sanción excesiva contra Andrés Felipe Arias, el manejo parcializado y con visos de intereses y enemistades personales de la excontralora Sandra Morelli, frente a propuestas tan absurdas como la exoneración de cárcel para los altos mandos de las Farc, quienes han cometido los peores delitos contra los colombianos, o los pocos años para algunos paramilitares.
El caso de la justicia es quizá el más preocupante dentro del desprestigio de muchas de nuestras instituciones públicas, pues si esta no es confiable y no se respeta, llegamos a toda clase de abusos y al irrespeto de los derechos personales y patrimoniales, que estamos viviendo.
María Sol Navia V.
Exministra de Trabajo
msol.navia@gmail.com