El comercio mundial está entrando en un terreno desconocido, cuyas consecuencias negativas no son fáciles de prever y poco o nada tienen que ver con el modelo global, criticado por los grupos alternativos y de izquierda por regresivo y porque no llenó las expectativas que generó en los años noventa.
Lo que sucede hoy está lejos de esa idea política. La decisión del presidente Trump –propuesta en su campaña– de cerrar la economía de Estados Unidos para corregir el abultado déficit comercial con China, México, los países de la Unión Europea y Japón, entre otros, argumentando que su país está siendo “robado” por el resto del mundo, abrió las puertas al proteccionismo, el cual había caído en desuso y era mal visto por quienes lo practicaban y recibían la condena de los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial, además de ser objeto de investigación por la OMC. Hoy, ninguno de estos se atreve a cuestionar la decisión de Trump, quien alega razones de interés nacional.
Pero la ‘fiebre’ proteccionista va más allá y no solo para corregir los asuntos comerciales. El controvertido mandatario anunció aranceles con alzas graduales (hasta 25 por ciento) para los productos mexicanos si el gobierno de López Obrador no detiene la llegada de centroamericanos a Estados Unidos, hecho que, sin duda, no tiene antecedentes en la historia moderna y riñe con la más mínima defensa de la seguridad interna. Aunque, el pasado viernes Trump anunció la suspensión de dichos aranceles, la amenaza seguirá latente, si a su parecer, el gobierno de México no cumple con modificar la política migratoria.
A este factor de incertidumbre, se suma otro no menos grande, China, que, aunque ha dicho que no pretende pelear con Estados Unidos, tampoco va a negociar con amenazas de por medio. Todo el mundo sabe que los orientales tienen un gran poder y representan un modelo económico muy distinto al de occidente y con amplia capacidad para reaccionar, defenderse y atacar.
La visita de Trump a Londres, anunciando un gran acuerdo luego de que el Reino Unido se salga de la Unión Europea, envía un mensaje de hostilidad que no debe gustar para nada a los demás miembros del bloque y cuya reacción tampoco se conoce.
En los términos anteriores, no es nada fácil pronosticar el futuro con ese panorama de por medio, más allá de las advertencias del Banco Mundial de que el crecimiento económico se podría ver mermado seriamente en este 2019 y también en el próximo año en por lo menos 1 por ciento.
No cabe duda de que todo el mundo se sentirá afectado, incluyendo a los países emergentes, por las decisiones de los grandes, y Colombia está ahí. Pero lo triste es que aquí eso parece no ser importante,lo es más estar dedicados a la antroprofagia política, propósito perverso de algunos grupos que solo quieren mantener su vigencia si los problemas no se arreglan –mejor si empeoran–, creyendo que así sus apetencias tienen asidero en algunos grupos sociales. Triste, pero cierto.
Por ahora, hay que decirles que la economía nacional registrará en el 2019 y el 2020 la tasa más alta de crecimiento de América Latina, casi dos puntos por encima del promedio regional. Para envidia de muchos.