Los intentos de integración de América Latina han sido muchos, pero la realidad es que por su poco avance se ha perdido la credibilidad y la confianza. El Pacto Andino (1968) convertido en la Comunidad Andina de Naciones, es muestra de ello. Se ha llegado a tal punto, que hoy nadie se refiere a ese proceso y los socios se han ido saliendo, así no lo hagan oficial. Otros casos tampoco pueden sacar la cara. Recuerdo a la Alalc, Aladi, Sela, Alba, Mercosur, y Caricom y Sica en Centroamérica.
Sin mucho ruido, el presidente Santos y Alan García, de Perú (2012) invitaron a México y Chile a iniciar un acercamiento aprovechando la relación personal, conocimiento, interés y confianza entre los cuatro gobernantes, asuntos que son más importantes para unirse que las teorías sobre la integración, la diplomacia y la burocracia que han vivido del tema desde hace mucho tiempo. Esas cualidades ‘humanas’ también funcionan muy bien cuando de impulsar los negocios se trata.
Han pasado cuatro años y la Alianza del Pacífico ha construido un modelo que va por buen camino y al que ya se le augura éxito, porque se han hecho bien las cosas. La claridad y seriedad que tienen los mandatarios, en especial Juan Manuel Santos, es una garantía. La Alianza, que arrancó con dos observadores (Panamá y Costa Rica) tiene hoy 49, en el mundo. De Latinoamérica hay 12, de los cuales tres son de Mercosur: Argentina, Uruguay y Paraguay. La elección de Macri, en Argentina, será clave para lograr la unidad entre los dos bloques y, seguramente, cuando Brasil salga del ‘limbo’ político, también mirará para este lado.
Hace dos semanas, se llevó a cabo en Chile la XI Cumbre de la Alianza del Pacífico, en la cual los protagonistas eran los cuatro mandatarios, pero el sector privado tuvo una participación significativa, a través del Consejo Empresarial de la Alianza*. El trabajo de los empresarios va más allá de lograr favores para su país respectivo en impuestos a las importaciones u otras gabelas, lo cual es un valor fundamental frente a los otros modelos.
La conciencia es general acerca de que si se crea un entorno favorable y de confianza entre los amigos-socios, los negocios vendrán luego en un gana-gana. Solo así se construye una Alianza duradera, y es, particularmente, reconfortante el ejemplo de México, que tradicionalmente solo miraba a Estados Unidos, pero ahora está redescubriendo y dando relevancia a sus relaciones con el resto del continente, sin que ello implique deshacer o renegar del Nafta; sino que, por el contrario, gana capacidad de negociación al estar en la Alianza, que en el agregado de sus cuatro miembros son el 40 por ciento del PIB de América Latina y el Caribe, realizan la mitad de las exportaciones y tienen más de 200 millones de consumidores. Su tamaño da para ser la sexta economía del mundo, con el 3 por ciento del producto.
La Alianza del Pacífico no tiene las pretensiones de la Unión Europea, ni está en su plan acabar con las fronteras nacionales ni crear un gobierno común, temas que han generado el rabioso ‘antieuropeísmo’ conocido. Por eso, resulta tan estimulante que en la cumbre temas como la movilidad laboral, la homologación de títulos técnicos y universitarios, y convenios entre universidades hayan sido tenidos en cuenta, con entusiasmo, por gobiernos y empresarios.
El plano comercial no se ha quedado en discurso: el 92 por ciento del universo arancelario está desgravado. Esa liberación y muchas otras facilidades deberán ser aprovechadas y potenciadas por el sector empresarial. ¡No todo está hecho, pero, sin duda, volver a creer en la integración latinoamericana es un gran avance!
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
mariohernandez@mariohernandez.com
*El autor de este artículo hace parte, por nuestro país, del Consejo Empresarial de la Alianza del Pacífico, el cual preside David Bojanini en el capítulo Colombia.
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Integración efectiva, sin tanto ruido
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Mario Hernández Zambrano
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