Nadie puede desconocer lo que ha alcanzado China, un país que hasta hace dos décadas era un emergente más. Hoy, es la segunda economía del mundo, representando el 30 por ciento del PIB mundial. Su tasa de crecimiento ya no es ciertamente del 10 por ciento, pero con 7 por ciento se pone a la cabeza: 600 millones de personas han salido de la pobreza, ha enfrentado con rigor la corrupción y ha hecho una reforma al Ejército para separarlo y ponerlo al servicio de la sociedad, cosa que para algunos era un imposible.
Para nosotros, que tenemos una visión mediática de la vida y los asuntos, el tema nos parece intrascendente. En 19º congreso del Partido Comunista, quedó claro el resurgir de China como superpotencia mundial para o antes del 2050. “No debemos copiar mecánicamente los sistemas políticos de otros países”, sostuvo Xi Jinping en alusión a lo que pasó con Rusia, que abandonó los principios, perdió la ruta y hoy es un híbrido de capitalismo mal copiado de Occidente con el que Putin quiere recuperar su autoestima. La visión china tiene un componente estructural en el que la continuidad es fundamental, como lo dijo un analista de la BBC de Londres: “Mao Zedong hizo que China fuera independiente y se levantara, Deng Xiaoping les hizo ricos y Xi les hará fuertes”.
Xi Jinping quiere proyectar fortaleza en lo económico, político y militar. Aunque es evidente que la meta debe ser construida, los postulados quedaron ahí: profundas reformas y nuevas ideas para el desarrollo, en busca de un nuevo modelo económico más equilibrado, defensa del medioambiente, perseguir un enfoque global para la seguridad nacional, garantizar que cualquier área de gobierno esté basada en el derecho y poner a la sociedad como el instrumento de gobierno.
La defensa de los valores socialistas y del liderazgo del Partido están a la cabeza de todo el trabajo, lo cual a uno le produce rubor, pero se puede interpretar como la condición del orden y la autoridad si se quiere alcanzar el objetivo propuesto de confirmar a China como una nueva gran potencia y situarla “orgullosamente entre las naciones”, con la visión de “un futuro compartido para la humanidad”, pero también un ejército poderoso.
¿Logrará China ser el líder global en el 2050? Seguramente no se le podrá negar el avance en términos económicos y creciente poder, resultado de su claridad y visión de largo plazo, respeto y amor por los valores del país, pero eso no es suficiente para que tenga un liderazgo global, si no abre espacio a otras ideas que no sean las del partido.
Desde que Xi es el absoluto poder, la mano dura contra cualquier disidencia es cada día más fuerte, los medios deben seguir a rajatabla las directrices del Partido, internet está censurado, la religión debe “tener una orientación china”, entre otros. Y estas palabras lo dejan a uno preocupado: “El régimen no tendrá compasión hacia aquellos que intenten sabotear el liderazgo del partido, fomentar el extremismo religioso o el separatismo”, en una clara alusión a Hong Kong y a Taiwán.
Sin hacer conjeturas sobre cómo será el mundo en el 2050, lo que sí es claro es que les irá mejor a quienes tienen claridad en sus metas, y en eso la cultura oriental ha demostrado mayor disposición que occidente, y ni hablar de Latinoamérica.