Siempre lo había creído así y no me atrevía a plantearlo, pero luego de conocer la experiencia de otras partes quedé convencido: es inconcebible que todas las empresas, sin importar su tamaño, tengan cada año que decir que están vigentes y renovar su permiso de funcionamiento, que aquí llamamos matrícula mercantil, en un trámite inoficioso, además de odioso y sin mucho fundamento técnico. Recientemente, una ley determinó que quien no lo haga se expone a multas y al cabo de cinco años entra el liquidación.
El citado registro empresarial se asimila a la cédula de ciudadanía que las personas sacan una vez en la vida y conservan un número. Para nada están cada año cambiándola o renovándola.
Pues en Colombia el valor de esa cédula empresarial es la fuente de ingresos de unas entidades que se preparan para que las compañías les paguen por ese registro antes del primer trimestre y en el resto del año se sostienen con ese recaudo. En el país hay 57 cámaras de comercio y son muy poquitas las que hacen un trabajo serio de fomento y crecimiento empresarial. ¿Una prueba? El 97 % de las firmas son micro y pequeñas y no es exagerado estimar que el 80% son unipersonales. Las cámaras alegan que gracias a su trabajo hay formalización empresarial (?), cuando los datos de informalidad demuestran lo contrario.
Las cifras que manejan las cámaras son bastante dudosas en temas como activos y empleo, pues por la obligación de registrar cada año, las empresas suministran cualquier información, más si se tiene en cuenta que el pago de la matrícula se hace por los activos y en esos términos es mejor subregistrarlos para pagar menos. En los datos de empleo se anota cualquiera. Lo importante es la información consolidada para la Dian y la que se suministra a la Supersociedades.
Acabo de regresar de España y conocí el modelo de las cámaras de comercio del País Vasco. Les extrañó cuando comenté sobre el modelo colombiano pues allá, desde el 2010, ni si registra se paga cada año, por decisión de la Unión Europea. Y ahora las cámaras se preocupan por el crecimiento empresarial, internacionalización e innovación, entre otros temas, cobran por los servicios que prestan y con eso se esfuerzan para sostenerse. No hay que ir muy lejos para seguir ese ejemplo, pues en Perú pasa igual: las cámaras no manejan el tal registro mercantil.
En España, si una empresa arranca, realiza el papeleo en una notaría y presenta la identidad tributaria como señal de existencia. Mucho más simple que el trámite engorroso que debemos hacer aquí.
En nuestro país, a las empresas les resulta muy costosa la tramitomanía y sin duda alguna es una forma de corrupción, además fuente de ineficiencia y baja competitividad. Esto hay que revisarlo con urgencia y el caso de las cámaras de comercio parece ser un “mango bajito” sobre el que hay que actuar.
Y que quede claro: no se propone acabar las cámaras, sino que generen su propia supervivencia, aunque no estaría mal que desaparecieran varias o se integraran regionalmente. ¿Qué tal un departamento como el Tolima con tres cámaras?
El seguro presidente Iván Duque ha hablado de eliminar muchos trámites y normas inoficiosas para mejorar la competitividad. Aquí tiene un caso para comenzar.