Hay quienes apoyamos una opción distinta a Enrique Peñalosa a la Alcaldía de Bogotá, pero, en el fondo, teníamos algunos conceptos similares, el principal de los cuales era terminar con una hegemonía de 12 años que había resultado inconveniente para la ciudad, en términos de resultados.
El balance de los gobernantes de izquierda en la ciudad más importante del país fue desalentador y había coincidencia en el sentido de dar un giro brusco para recuperar un camino de progreso y calidad de vida. La mayoría de los bogotanos eligió con esa idea a Peñalosa para los siguientes cuatro años.
Bogotá es una urbe con una dinámica especial, y con Ciudad de México y Buenos Aires son las capitales más poderosas de América Latina, excluyendo a las brasileñas, que no son comparables. La distancia entre Bogotá y el resto de ciudades del país es muy grande, al punto que la suma de Cali, Medellín, Barranquilla y Bucaramanga no alcanza la dimensión del producto generado aquí; de cada cinco empresas que se crean en Colombia, dos nacen en la capital –solo la localidad de Chapinero es como sumar a Ibagué y Montería–, y se hacen seis de cada diez operaciones financieras del país.
Hay quienes afirman que el crecimiento de Bogotá se debe, en buena parte, al centralismo que asfixia al país, lo cual no es cierto. Si fuera así, habría tenido una solución de transporte masivo (metro) primero que cualquier otra, no estaría en los últimos puestos de transferencias del Gobierno Central y, dado el número de habitantes, tendría la mayor cantidad de efectivos policiales. No ha sido así.
Esa dinámica y empuje de la ciudad ha superado la capacidad de gestión de los últimos alcaldes, lo cual ha tenido como resultado un desmejoramiento de las condiciones de vida, movilidad, seguridad y pérdida de productividad.
Y el plan de Peñalosa tiene ese objetivo, y en esos términos hay que darle la oportunidad, él es quién mejor lo puede hacer en el momento. Plantear una revocatoria es un acto suicida con la ciudad y sus habitantes, y una señal de miopía política con objetivos poco claros.
Al alcalde hay que exigirle al máximo, pues para eso fue elegido, y él debe ayudar, buscando una mayor participación de distintos sectores en la solución de problemas y evitando el aire de autosuficiencia y soberbia, prácticas del pasado, pero que hoy no tienen sentido. Por ejemplo, la capital debe empujar un plan serio con los municipios de la sabana, de manera que haya una armonía de los POT, y concertar en la protección del medioambiente, uno de los asuntos de la agenda de hoy que nadie puede violentar. Tampoco debe el alcalde seguir empujando la confrontación inútil con el pasado.
La gente seria de Bogotá tiene expectativas y esperanzas en el futuro, y confía en la seriedad y capacidad de trabajo de Peñalosa y en algo que se ha vuelto una virtud escasa en nuestro país, la honestidad y respeto por los recursos públicos, que con mucho esfuerzo aporta la gente. Por eso, la aventura que propone la revocatoria del Alcalde de Bogotá es una gran irresponsabilidad.
*Empresario exportador
mariohernandez@mariohernandez.com
columnista
Hay que darle el chance a Peñalosa
POR:
Mario Hernández Zambrano
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