Los colombianos estamos completando cuatro meses de encierro como consecuencia del coronavirus y, sin la menor duda, resulta hoy muy fácil hacer una evaluación oportunista y sesgada de lo ocurrido, abusando del sentimiento de la gente, así como encontrar culpables e invitar a la protesta solo con el objetivo perverso de buscar llenar un espacio que no se alcanzó por la vía democrática.
El mundo en general no ha salido bien librado de esta calamidad, la más grave que se tenga memoria en los últimos cien años y las consecuencias negativas más grandes todavía están por verse en términos de pobreza generalizada, desempleo y desesperanza, para lo cual no se necesita ni importa definir si es una recesión o una depresión en términos económicos.
Ahora no hay que salir a dárselas de sabiondos. Nadie puede reclamar que previó la magnitud del asunto como tampoco la salida ni el tiempo de duración, por lo que resulta risible decir en este momento que se decidió el aislamiento antes de lo que era necesario, cuando hace unas semanas se argumentaba que gracias a la misma decisión no se había congestionado el sistema de salud, una de las claves del problema.
Solo hay algunas cosas sobre las que no queda duda y que poco o nada tienen que ver con la pandemia misma, pero que gracias a ellas el resultado en la coyuntura podría sería peor, la primera de las cuales fue la decisión de los colombianos de elegir a Iván Duque y no a Gustavo Petro. Y no es muy difícil adentrarse en la explicación, tomando como referencia lo que ha dicho el perdedor en las elecciones de hace dos años, aceptando que el presidente Duque puede que no haya acertado cien por ciento, pero su esfuerzo, responsabilidad, respeto y transparencia, nadie lo puede desconocer.
No se exagera al afirmar que nadie lo habría podido hacer mejor que él, pero sí mucho peor. Por ejemplo, la asignación de los recursos públicos, los apoyos a los sectores más pobres y la asesoría de gente que sabe de la pandemia, han sido ejemplares. Durante estos meses, él no ha salido a pontificar sobre el virus, como sí lo han hecho irresponsablemente políticos y periodistas despistando a la gente.
Un segundo punto, no por ello menos importante, es el de creer cada día con más certeza que el coronavirus llegó para quedarse por mucho tiempo, aquí y en el mundo, y la responsabilidad no puede recaer solo en un ser humano, sino que es un ejercicio general de una sociedad, cuya sumatoria es el resultado de las decisiones individuales que se asumen. Y así cada persona responde por sus acciones.
Con un ejercicio sencillo se comprueba que si en 2021 se tuviera la vacuna y se dispusiera de cinco millones de dosis por día, la cobertura universal se lograría en 2025, si se arrancara la vacunación en año nuevo.
PD. No se entiende la cizaña del NYT con Colombia. Afirmar como gran cosa que el país tendrá un duro golpe económico por efecto del coronavirus es una perogrullada que se puede aplicar a cualquier nación, comenzando por EE. UU. ¿O será que la bronca tiene una agenda oculta? Me temo que sí.
Mario Hernández
Empresario exportador