Lo obvio que se repite todos los días en lo que va de la pandemia y se profundizan sus efectos: la economía se encuentra sumida en una gran crisis que no distingue entre países ricos y pobres, pero estos últimos llevarán la peor parte, muchas empresas desaparecerán, otras volverán a arrancar y otras muchas nacerán.
Y a renglón seguido, otros expertos afirman que el comercio al por menor va a desaparecer, que el trabajo no será lo mismo que antes y que la globalización y apertura de las economías se echará para atrás.
La internacionalización y globalización de las grandes empresas fue el salvavidas en las tempestades anteriores, pero ahora la crisis es un asunto global que no se detiene en consideraciones geográficas, pues la gripe les llegó a todos y no hay para dónde ir.
Por eso, cabe la expresión de “terra incognita”, de la que se hablaba en la antigüedad.
Todo eso puede ser cierto, pero la realidad diaria de los humanos no llega hasta esas especulaciones macro, sino que se detiene en las pequeñas cosas que resultan de casi cinco meses de confinamiento, al menos aquí en nuestro país, en el que no ha habido otra opción que resistir como dice la canción del español “Duo Dinámico”, y que ahora está de moda cuando el virus dejó de ser una cosa de otras partes y se metió en nuestro vecindario: “Cuando sienta miedo del silencio, cuando cueste mantenerse en pie, cuando se rebelen los recuerdos y me pongan contra la pared, resistiré erguido frente a todo, me volveré de hierro para endurecer la piel y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie…”.
Decir cosas simples, casi obvias, las preguntas y respuestas sobre la pandemia y su entorno no son de derecha o de izquierda como algunos quieren hacernos creer y a lo mejor tampoco ni inteligencia ni estupidez.
A lo mejor porque no hay otra opción, le estoy dando un gran valor y sentido a las cosas que antes no hacía, decía en voz baja o eran pensamientos prohibidos, para que los demás no me descalificaran.
Hoy le he dado rienda suelta a unos deseos represados. Gozo cocinando más tiempo que antes, dedico más tiempo a mi familia, paso más tiempo al aire libre, disfruto la naturaleza y hasta miro con detenimiento el color de las flores y matas. Me ha quedado más tiempo para leer y poder escoger al autor, pedir que me compren el libro y si no llega rápido… hay otro alternativo.
Tiempo atrás éramos jóvenes y enamorados, pero hoy el amor está ahí y se lo decimos a ella. No suena cursi, sino que es la clave de la normalidad que no se había descubierto…y por la noche, una película.
Ese deseo de los teléfonos superinteligentes, revisar el valor de los pasajes al exterior, abrir la empresa y dejarse llevar por el ritmo hiperurbano como una necesidad masoquista, ahora no están en la agenda del momento. A lo mejor en un lustro olvidaremos la vida que llevamos hoy y volvamos a la prepandemia, pero algo nos quedará.
Mario Hernández
Empresario exportador