De las reuniones entre mandatarios no se esperan medidas para asuntos concretos, más allá de enviar mensajes y ordenar a sus equipos técnicos que comiencen a trabajar para encontrar soluciones. Así ocurrió en la reciente cita que tuvieron los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos y de Venezuela, Nicolás Maduro, y todos esperamos que los funcionarios no se demoren mucho en presentar sus planes.
En particular, hay temas que preocupan a los empresarios que hacen negocios con Venezuela, y se esperan acciones rápidas, pues así lo amerita la coyuntura. El primero es el mecanismo para garantizar los pagos de allá para acá, y el segundo, el impacto que está teniendo el contrabando de productos de consumo masivo y manufacturas menores sobre la producción colombiana, muchos de los cuales ni siquiera son elaborados en el vecino país, sino que pasan a nuestro territorio a través de una especie de triangulación.
En cualquiera de los dos casos, la explicación está en el esquema cambiario adoptado por el Gobierno venezolano, que consiste en el control de manejo de divisas que tiene Estado y sobre el cual no es mucho lo que se puede hacer, en el entendido que es parte del modelo económico adoptado y que tiene al Gobierno como protagonista número uno al dejar en sus manos el monopolio de las divisas, que son entregadas en función del objeto al que sean destinados, con tres tipos de cambio. El más barato es cambio de 6,3 bolívar por dólar, el segundo es un tipo variable controlado de cerca de 10 bolívares y el tercero (Sicad II) cercano a los 50, en el que participan de actores privados y públicos en un mercado controlado.
La primera tasa se aplica a los bienes de primera necesidad y medicamentos importados y está perjudicando a Colombia, pues las mercancías llegan a Venezuela con ‘subsidio’ cambiario y se filtran hacia nuestro país de contrabando, causando un gran daño a la producción local. Es ahí donde se debe actuar para frenar la entrada ilícita de bienes.
No es probable que el Gobierno de Maduro elimine este precio de la divisa, porque moverlo podría acrecentar la inflación –de por sí ya muy alta– por encima del 50 por ciento anual.
Puede que desde el punto de vista privado y teórico, lo mejor sería unificar los precios, pero no hay que engañarse, ya que en la lógica del Gobierno de Maduro esa opción no es válida en el corto plazo. Sin embargo, la decisión de buscar un punto ‘beneficioso’ en un futuro es la opción que Colombia debe propiciar, aprovechando que Venezuela analiza un nuevo sistema cambiario que entraría a operar antes de finalizar este año.
Hay que reconocer que se requiere mucha audacia para solucionar el embrollo, más allá de las medidas represivas anunciadas en la reunión entre los dos mandatarios, acciones que son importantes, pero a todas luces insuficientes, pues en el pasado se ha comprobado su limitación, pero, como van las cosas, parece ser la única posible.
Solo deseamos que al presidente Santos le vaya lo mejor posible para bien de nuestro país. Y hay que pedir que la clase política deje el egoísmo y voracidad y lo deje gobernar.
El contrabando de Venezuela
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Mario Hernández Zambrano
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