Hace solo unas semanas, se estaba hablando de una devaluación de 12 por ciento en 90 días, lo que permitía creer que las exportaciones podrían entran en una etapa de recuperación que el país tanto requiere ahora que los precios del petróleo han caído a niveles realmente bajos.
Sin embargo, parece que en esa idea hay mucho más de ilusión que de realidad: ahora, la devaluación llega escasamente a 1 por ciento en el mismo periodo y no hay motivo para creer que la tendencia se revierta. Además, una inflación en alza de casi 3 por ciento en lo corrido del 2015 hace pensar que está vivo el fantasma de la revaluación, con lo cual no se descarta caer en el peor de los escenarios: un alto costo de vida con revaluación de la moneda.
El tema no es tan sencillo de manejar, porque en Colombia ha hecho carrera la idea de que la tasa de cambio es el instrumento determinante para que las exportaciones repunten. Pero la verdad es que, aunque una devaluación ayuda, esta es solo una de las condiciones necesarias, pero no suficiente, para lograr ese objetivo. En la teoría, nadie pone en duda ese ‘dogma’, al igual que afirmar que tasas de interés más bajas estimulan el consumo y la producción, y que unos impuestos confiscatorios golpean al sector productivo.
Durante casi más de dos décadas de revaluación, el sector productivo (en particular la industria) optó como modelo de supervivencia la menor utilización de materias primas locales y un mayor componente importado. Ahora, volver al pasado resulta muy difícil, no solo porque se han perdido los mercados, sino porque la estructura productiva ha cambiado radicalmente por la vía de menores inversiones en maquinaria y equipo.
La situación implica un cambio radical en la estrategia, que va más allá de buscar incentivos para empujar los productos que tradicionalmente se han vendido en el exterior. Esto no solo porque es un espacio que otros han llenado y porque competir ahora no resulta fácil, sino porque las opciones están en otros bienes y servicios sobre los cuales la tecnología y los cambios en los hábitos de los consumidores son determinantes.
En términos sencillos, resulta muy costoso y poco seguro pensar que el futuro está en los conocidos productos del campo o en las mismas manufacturas. Por eso, resulta clave reorientar la vocación productiva del país hacia una nueva oferta, que incluye las materias primas, así como replantear los esquemas de promoción y mercadeo, en los que la alianza entre gobierno-sector privado y academia y emprendedores es básica para reiniciar el proceso que, sin duda, durará varios años, como ha ocurrido en otros países.
En los términos anteriores, como un objetivo de mediano y largo plazo, el manejo de la tasa de cambio no puede dejar de lado, o desconocer la política económica ni el apoyo a un nuevo sector productivo, o al menos renovado. En esto debe haber una visión de Estado y de país, pues es claro que el asunto no es de coyuntura, sino de estructura, e involucra variables como la ciencia y la tecnología, la formación y capacitación, y una gran inteligencia para el manejo de los mercados, cada vez más sofisticados.
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
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