Nadie puede poner cuestionar la importancia del Congreso de la República en la vida de un país, pues allí tienen asiento los representantes y senadores de las distintas fuerzas políticas, elegidos por las regiones, con el objetivo de defender los intereses del pueblo.
Sin duda, el parlamento es una especie de respiradero de la democracia.
Es la teoría, en términos sencillos.
No sé si por culpa del modelo del Frente Nacional –ideado a finales de los años 50 del siglo pasado para repartirse el poder político en Colombia– se acabó con las ideas y acomodó a todos en una especie de poltronas del pensamiento o porque, sencillamente, quienes practican ese noble oficio decidieron vivir de la política y no para ella. El espectáculo que nos está tocando presenciar a los colombianos deja mucho que desear.
En el Congreso no volvió a haber debates importantes sobre los temas de interés de la gente, por ejemplo, la situación de la educación y salud, el manejo de las relaciones internacionales, la situación del agro y la industria, la actividad financiera, y la misma política, ni siquiera sobre las fallas diarias de los celulares, que azotan a los usuarios.
Es como si los padres de la patria hubieran decidido hacer caso omiso a los problemas del país para no mortificar al Gobierno o a quienes les dan dinero para sus campañas.
Sin duda, el Congreso debería estar pendiente del tema de las negociaciones de paz en La Habana, pero todo se reduce a querer ir allá a darse un vitrinazo.
Y ni hablar de la campaña política que está arrancando: brillan las ideas, pero por su ausencia. Ninguno de los aspirantes a repetir su curul ha expuesto un planteamiento serio que motive a los electores a pensar sobre el nombre que favorecerá con su voto.
Cada uno de los partidos, sin distinción, tiene sus ojos puestos en la mecánica, antes que en los programas, mostrando una pérdida total de la identidad política, que confunde y solo induce a la apatía de los que piensan que el voto es más que prebendas.
Y esto es general: liberales, conservadores o de izquierda y sus vertientes de ‘la U’, Cambio Radical, progresistas, verdes, etc., están jugando solo a la captura de votos. Parece no interesarles más.
Alguien puede afirmar que así es en todas partes. Hay que responderle que no, aunque en todos lados haya politiquería. Pero, desafortunadamente, en Colombia, el asunto adquirió unas dimensiones que no se compadecen con los problemas del país.
O hay quien cree que a un aspirante a parlamentario en las elecciones de marzo lo trasnocha hacer una propuesta sobre la crisis del agro en su región, sea Boyacá, Nariño, Santander, Cauca o Tolima.
“A mí no me importan las ideas, sino estar cerca de la gente”, me dijo un político regional –buena persona– para justificar esa actitud que ha invadido a la política en el país.
Cree que de esa manera tiene asegurada la reelección. Con seguridad, será así, pero no deja de ser triste, pues merecemos más. Y con todo respeto, el asunto es mucho más que un trabajo de marketing.
Mario Hernández Z.
Empresario exportador