De loco o desquiciado, se calificaría a un médico que le receta a un paciente diabético un aumento en el consumo de azúcar para curar su enfermedad. Pero en la economía no solo se proponen con frecuencia recetas igual de absurdas, sino que muchas veces son aceptadas con entusiasmo por los gobiernos.
En este caso, la diabetes del país es el exceso de importaciones sobre exportaciones que ha generado un creciente déficit en nuestra balanza de comercio exterior, que el año pasado llegó a la enorme cifra de 15.907 millones de dólares (5,5% del PIB). La dosis de melado, azúcar y panela que le recomiendan al pobre enfermo es, aunque usted no lo crea, bajar los aranceles para facilitar las compras en el exterior, es decir, para importar más.
Tamaño déficit externo es preocupante, porque en el 2014 había sido de ‘solo’ 6.300 millones de dólares –un incremento de 153% en un año–, y porque desde la gran recesión de 1999 Colombia siempre había tenido superávit comercial, con la única excepción del 2007.
Se busca explicar el desbalance externo por el derrumbe de los precios del petróleo y carbón que, en dos años, redujeron a la mitad los ingresos por la venta de estos productos: de 39.500 a 18.900 millones de dólares. Sin embargo, esta es solo la explicación coyuntural y de corto plazo del problema. La causa estructural son las políticas de apertura hacia adentro que, en dos décadas, multiplicaron por diez el valor de las importaciones. Y todo a costa de la producción nacional.
En medio de la bonanza petrolera y con un dólar artificialmente barato, nos sentimos ricos y nos dedicamos a comprar de todo en el exterior, generando una dependencia de los bienes importados que ni siquiera la acelerada devaluación del peso ha podido reducir. De hecho, el valor de las importaciones siguió aumentando hasta el 2014, y solo en el 2015 bajó 15 %.
Lo sorprendente es que a pesar de que el año pasado pagamos al exterior 10.000 millones de dólares menos, el volumen de las importaciones siguió creciendo, y el menor valor se debió solo a la caída de los precios internacionales. En efecto, los alimentos y bebidas importados aumentaron 21% en toneladas, y los suministros industriales, 15 %; eso si, cayeron 29% las toneladas de vehículos importados, y la mala noticia es que también cayó 13% el volumen de bienes de capital.
Ese déficit externo es el principal riesgo que afronta el país. Con este se puede vivir mientras haya financiación disponible en los mercados internacionales, pero si esta se dificulta, el déficit se cerrará a las malas con una violenta recesión que reduzca las importaciones, como sucedió en la crisis de 1999.
En estas circunstancias, es asombroso que se esté proponiendo una reforma arancelaria que reduzca todavía más los aranceles y abarate las importaciones, dizque porque Colombia todavía es un país muy cerrado. A los neoliberales no les parece que sea suficiente apertura el hecho de que las importaciones hayan pasado del 15 al 30% del PIB.
No extraña el apoyo del gremio de los comerciantes a esta propuesta, porque después de ser el más beneficiado con la apertura hacia adentro, ahora ha visto reducir sus utilidades por la devaluación del peso. Pero sí carece de sentido que el Gobierno intente adoptarla, no solo por el tamaño del déficit externo, sino porque, además, aumentaría el déficit fiscal al reducir los ingresos tributarios por concepto de aranceles. La diabetes no se cura consumiendo más azúcar.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
macabrera99@hotmail.com
Azúcar para el diabético
POR:
Mauricio Cabrera Galvis
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