Asombra, pero no sorprende, la confesión propia y espontánea del Gerente de la campaña del Centro Democrático (CD), en la que reveló la estrategia de desinformación y mentiras con las que se provocó la indignación de la gente para que “saliera a votar ‘verraca’” por el ‘No’ en el plebiscito. Asombra la confesión, por esa mezcla de triunfalismo, prepotencia e ingenuidad, pero no sorprende su contenido porque es el estilo de hacer política del expresidente del todo vale y su grupo.
Tal estrategia configura el delito de ‘fraude al sufragante’, tipificado en el Art. 388 del Código Penal, y castigado con pena de 4 a 8 años de prisión. No obstante, en aras de la unidad nacional que hoy se quiere construir, propongo que se remita este delito a la Jurisdicción Especial para la Paz, en la cual los años de cárcel pueden ser conmutados por otras penas menos severas, siempre y cuando haya pleno reconocimiento de la verdad y de todos los responsables de la estrategia.
Hasta el piadoso exprocurador puede apoyar esta propuesta inspirada en palabras de Jesús: “la verdad os hará libres”.
Sin embargo, las mentiras con las que engañaron a millones de votantes (las amenazas del castrochavismo, de la pérdida de las pensiones, de la expropiación de tierras, entre otras) no fueron las únicas falsedades que dijeron los del CD en la campaña. Hubo otras tan evidentes, que los mismos del CD han dado una enorme voltereta y las han rectificado después del plebiscito.
Dijeron que el cese bilateral del fuego era una afrenta y una humillación para las Fuerzas Militares, y ahora protestan porque el Presidente le pone un límite y exigen que sea indefinido. Dijeron que concentrar a los guerrilleros en las zonas veredales era repetir lo de El Caguán, y permitirles que siguieran delinquiendo en esas zonas, y ahora piden que los guerrilleros se vayan rápido para allá y que el Ejército los proteja.
Dijeron que no aceptarían los resultados porque el plebiscito era una farsa con votos comprados, y cuando ganaron por la mínima diferencia, el plebiscito se convirtió en una diáfana manifestación de la democracia y la voluntad popular que debe ser acatada. Rechazaron la pregunta del plebiscito, y hasta la demandaron por incluir la palabra ‘paz, y después de su tramposa victoria retiraron la demanda para que no fuera anulada la votación.
Hasta el domingo por la noche, ‘Timochenko’ era un narcoterrorista y líder del mayor cartel de cocaína del mundo, y ahora Francisco Santos le dice don Rodrigo Londoño porque ya es un colombiano que tiene cédula y con quien hay que sentarse a negociar. Dijeron que no podía haber paz con impunidad, y hoy ofrecen amnistía inmediata para todos los guerrilleros, e incluso amnistía temporal para los jefes, mientras los juzgan.
Dijeron que convertir el narcotráfico en delito político era condenar al país a la violencia, y que debía ser juzgado y castigado, y ahora ofrecen amnistía para los que participaron en esa falta. Exigieron a la comunidad internacional que no se entrometiera en asuntos internos (por apoyar el acuerdo), y ahora le piden que salve el proceso de paz.
Tantas volteretas son perjudiciales para la salud mental y producen esquizofrenia política.
Adenda. El Premio Nobel de la Paz demuestra el decidido apoyo de la comunidad internacional al esfuerzo por lograr la paz que, con empeño y dedicación ha liderado el presidente Santos. Pero algunas biliosas reacciones domésticas confirman el viejo dicho de que ‘en Colombia se muere más gente de envidia que de cáncer’.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
macabrera99@hotmail.com
Columnista
De mentiras y volteretas
Las mentiras con las que engañaron a millones de votantes no fueron las únicas falsedades que dijeron los del Centro Democrático.
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Mauricio Cabrera Galvis
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