Uno de los temas incluidos en la variopinta reforma de equilibrio de poderes presentada por el Gobierno son los cambios al sistema electoral.
Allí hay de todo como en botica: propuestas excelentes que deben ser apoyadas sin reserva, otras buenas, pero que deben ser mejoradas y también algunas que deberían ser rechazadas.
Lo mejor de todo el proyecto es la eliminación de la reelección presidencial. La modificación en el ‘articulito’ que hizo el expresidente-Senador para su propio provecho es uno de los mayores daños que se le ha hecho a la democracia colombiana. No solo por la forma corrupta como se hizo, comprando los votos de Yidis y Teodolindo, sino por el desbarajuste institucional que generó, rompiendo el sistema de pesos y contrapesos de la Constitución del 91 y el peligro de caer en el caudillismo mesiánico del que nos libramos cuando la Corte prohibió la segunda reelección.
También es excelente que se prohíba la reelección de otros cargos públicos como el del Procurador, el Registrador o el Defensor del Pueblo. Así se evita que estos funcionarios utilicen el presupuesto y la burocracia de su cargo para hacerse reelegir, como ya ha sucedido.
Es bueno que se haya descartado la ampliación del periodo presidencial, no tanto por el caso del Presidente, pues tiene ventajas que su mandato fuera un año más largo, sino porque esto hubiera implicado alargar el periodo de alcaldes y gobernadores, y en la mayoría de los entes territoriales no existen controles efectivos para evitar los abusos de poder.
Por la misma razón, es una pésima idea extender hasta agosto del 2018 el periodo de los actuales mandatarios locales (que termina en diciembre del 2015) para que coincida con los periodos presidenciales. Este cambio en las reglas del juego en la mitad del partido no esta en el proyecto de reforma, pero el Presidente ha prometido incluirlo.
Ojalá no ceda a la tentación populista porque, además, hacer coincidir todas las elecciones en una misma fecha debilita la democracia y la descentralización y favorece un régimen de partido único.
Es un gran avance que se elimine el voto preferente y se obligue a los partidos a presentar listas cerradas a las corporaciones públicas. Así, se puede debilitar el poder de los barones electorales, se limita el trasteo de candidatos de un partido a otro con su costal de votos amarrados y se quita un incentivo para la compra de votos, pues ningún político va a gastar su plata para comprar votos para otros.
Sin embargo, las listas cerradas solo funcionan bien con partidos políticos organizados y fuertes.
Para su conformación no se puede caer ni en el bolígrafo del caudillo omnipotente ni en consultas internas amañadas y controladas por los barones electorales, en las que se replicarían todos los vicios del voto preferente. Hay que combinar sistemas democráticos de selección interna que garanticen la ampliación de la base de militantes de los partidos, con mecanismos de control y veto que impidan que se repita la toma de los partidos por mafiosos y ‘parapolíticos’.
Dado que se mantuvo la Circunscripción Nacional para el Senado, es importante que se acabe con el nepotismo electoral de mandatarios regionales que promueven parientes como candidatos al Senado. A pesar de la ficción de que los senadores son nacionales, la mayoría concentra su caudal electoral en un departamento, donde gobernador y alcaldes ponen toda la maquinaria estatal a su servicio. Por eso hay que extender a los senadores la inhabilidad que establece el Artículo 179 de la Constitución.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
macabrera99@hotmail.com