A dónde van las palabras que no se dijeron?, se pregunta Silvio Rodríguez en una de sus canciones. Con menos poesía y más urgencia, Gobierno y Fiscalía deberían preguntarse ¿a dónde van los dólares que están llegando con el aumento de los cultivos ilícitos?
El debate por el incremento en el área dedicada al cultivo de coca en el país ha estado dominado por las presiones políticas y económicas, que buscan que se reanuden las fumigaciones aéreas con glifosato en contra de la valiente decisión del Ministro de Salud, que se opone al uso de ese producto por sus efectos nocivos para la salud.
A pesar de que la evidencia estadística no muestra ninguna correlación significativa entre la suspensión de la aspersión aérea de glifosato desde el 2009 y el aumento de las siembras de coca, que se da cinco años después, se insiste en afirmar que esa suspensión es la causa del incremento, desconociendo las dos causas económicas que son la verdadera razón: la devaluación del peso, que ha aumentado la rentabilidad de la coca como producto de exportación, y la caída del precio del oro, que ha disminuido la rentabilidad de la minería ilegal. Esas dos fuerzas económicas son las que han inducido a miles de campesinos a sembrar más coca.
En medio del desenfocado debate sobre las causas del aumento, se han dejado de lado las preguntas importantes sobre sus consecuencias. ¿Por dónde están entrando al país los millones de dólares adicionales que debe estar generando la mayor producción de coca, y que es necesario traerlos para pagar por ese incremento? ¿Cuál es el canal utilizado para lavar esas enormes cantidades de dinero ilícito? En conversaciones con analistas, académicos y autoridades, he tratado de indagar sobre este asunto y, con sorpresa, he visto que ni siquiera se habían planteado la pregunta.
Hasta hace unos 10 años, los dólares del narcotráfico y la repatriación de capitales de los paramilitares, incentivada por las negociaciones de Ralito, entraban en físicos billetes. Hasta el 2004, los compraban los intermediarios financieros y el propio Banco de la República les prestaba el servicio de enviarlos a Estados Unidos y depositarlos en sus cuentas corrientes en el exterior. Cuando el Banco suspendió ese servicio, los intermediarios empezaron a mandar por transportadoras privadas los billetes de dólares que compraban acá, hasta que las autoridades gringas confiscaron uno de los envíos.
Cerrado ese canal, los narcotraficantes recurrieron a otras alternativas para lavar sus capitales, como las exportaciones ficticias de oro, o la inversión extranjera proveniente de paraísos fiscales como Anguila, Bahamas, Bermudas, las Islas Vírgenes y Cayman, las Antillas Holandesas o Panamá, rubros que entre el 2008 y el 2012 registraron significativos aumentos en la balanza cambiaria.
Sin embargo, no parece que estos sean los mecanismos usados para traer los mayores ingresos que debe generar el incremento de las siembras de coca. En efecto, las exportaciones de oro cayeron de 3.600 a 1.700 millones de dólares entre el 2012 y el 2016, así como los ingresos por inversión extranjera.
Otros posibles canales de lavado son el contrabando o la monetización de divisas en la frontera con Ecuador, aprovechando la dolarización de ese país. Pero así como hay certeza sobre el aumento del negocio, no hay cifras, ni investigaciones, ni análisis oficiales, ni académicos sobre la magnitud, o los mecanismos para lavar los dineros ilícitos generados, pese a los enormes impactos económicos y sociales que tienen, incluyendo la presión para la revaluación del peso.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
mcabrera@cabreraybedoya.com
Los dólares de los cultivos ilícitos
¿Por dónde están entrando al país los millones de dólares adicionales que debe estar generando la mayor producción de coca?
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