La reforma tributaria de Trump sigue de moda. Bajar impuestos a los más ricos se presenta como la fórmula milagrosa para generar empleo y acelerar el crecimiento, tan buena que en Colombia algunos quieren copiarla. Por fortuna, el presidente Duque no se ha tragado ese cuento fantasioso y ha planteado que quiere un sistema tributario más equitativo en el cual los privilegiados de altos ingresos paguen más impuestos.
En otras partes del mundo también se adoptan medidas orientadas a disminuir la desigualdad y a dotar al Estado con más recursos para financiar programas sociales. El año pasado, por la misma época en que los congresistas conservadores aprobaron la neoliberal reforma ‘trumpista’, en otro país el Congreso aprobó una reforma diametralmente opuesta. A pesar de ser un Estado importante, su reforma no tuvo cubrimiento en los medios de comunicación.
La estrategia central de esa reforma fue el aumento de la tarifa del impuesto sobre la renta a las grandes empresas y a las personas naturales de altos ingresos; además se aumentaron los tributos a las ganancias de capital y se limitaron deducciones a gastos financieros que permitían bajar los gravámenes pagados.
El objetivo del gobierno no era una reforma neutra, es decir no subió unos impuestos para poder bajar otros, sino que espera incrementar el recaudo tributario 5 por ciento para fondear los crecientes costos de sus programas de salud, pensiones y vivienda subsidiada. En ese país, los impuestos a las personas naturales ya eran elevados y progresivos, con tarifas desde el 6 por ciento para los ingresos bajos hasta el 40 por ciento para los más ricos. Con la reforma se subió la tabla, y los ingresos más altos quedaron con un impuesto del 42 por ciento, frente al 33 por ciento de Colombia.
A diferencia de nuestro país, donde el impuesto a las ganancias ocasionales es fijo y bajo –solo 10 por ciento para cualquier ganancia– en ese otro país se tenía un impuesto progresivo con tarifas entre el 6 y el 40 por ciento dependiendo del monto de la utilidad. Con la reforma también se modificó esta tabla, de manera que la tarifa más alta subió al 42 por ciento.
Con altos impuestos a la personas, las empresas gozaban de una tributación más baja: solo 22 por ciento de sus utilidades, más una sobretasa del 10 por ciento del impuesto pagado. Con la reforma se elevó esta tarifa al 25 por ciento para las grandes empresas, mientras que las pequeñas y medianas continuaron con el anterior 22 por ciento.
Aunque no se modificó en la reforma, vale la pena mencionar que en ese país se pagan impuestos altos en las compraventas de finca raíz: 10 por ciento de IVA, más 5 por ciento de bonos de vivienda y otro 5 por ciento de impuestos de registro y adquisición. En total, los costos y tributos al comprar una propiedad pueden llegar al 22 por ciento de su valor, mientras que en Colombia solo son el 5,8 por ciento, o 10,8 por ciento para las viviendas de más de 900 millones de pesos.
La subida de impuestos en ese país no ha espantado a los inversionistas ni se han cerrado empresas; por el contrario, su crecimiento es de los más dinámicos del mundo.
Coletilla. Pregunta para concurso: ¿cuál fue el país que hizo esa reforma progresista? Pistas: no fue el Psoe de España, ni Bolivia, con su socialismo del siglo XXI, ni los liberales progresistas de Canadá, tampoco el país de la Utopía de Tomás Moro. ¿Cuál fue?
Mauricio Cabrera Galvis
Consultor privado
mcabrera@cabreraybedoya.com