MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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Mauricio Cabrera Galvis

Venezolanos y desempleo

El deterioro del empleo debe guardar relación con otra tendencia preocupante de la economía y es el aumento de la pobreza multidimensional.

Mauricio Cabrera Galvis
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Mauricio Cabrera Galvis

El silogismo es sencillo. Primero, en Colombia está aumentando la tasa de desempleo, es decir la cantidad de personas que buscan trabajo y no lo consiguen. Segundo, al país han llegado 1,3 millones de venezolanos que tienen que buscar de qué vivir. Conclusión, el aumento del desempleo se explica por los migrantes venezolanos.

Por la contundencia lógica de este raciocinio, varios analistas y funcionarios del gobierno han aceptado, con poca discusión y mucha resignación, que la causa del aumento del desempleo es externa y dejan de lado el análisis de los factores domésticos que inciden en la tragedia social de tener más personas sin empleo ni ingresos. Sin embargo, las cifras del Dane cuentan una historia muy diferente, y a la entidad hay que creerle.

Veamos. Según el Dane, en un año la tasa de desempleo pasó de 9,46 a 10,33 por ciento y el número de desempleados aumentó en 154.000, la tercera parte de los cuales se ubicó en las 13 principales ciudades del país. La sorpresa empírica, que refuta la lógica formal del silogismo, es que ese incremento no se debe a que haya más gente buscando empleo, sino a que han desaparecido miles de puestos.

En efecto, aunque en el mismo periodo la población en edad de trabajar aumentó en 500.000 personas –sin duda, muchos de ellos venezolanos–, el número de que estaban buscando empleo (que los economistas llaman la población económicamente activa o PEA) disminuyó en 621.000, y la cifra de individuos empleados también disminuyó en 775.000. Ese es el número de puestos de trabajo que desaparecieron en el país.

Varias hipótesis se pueden aventurar para entender por qué tantas personas salieron del mercado de trabajo, es decir dejaron de buscar empleo. Una es que después de meses de búsqueda infructuosa se cansaron de pasar hojas de vida y hacer colas en las agencias de empleo; otra, con la bonanza de remesas recibidas de familiares en el exterior y la ayuda de la tasa de cambio, no necesitaron buscar más ingresos, y una más es que en las zonas rurales se emplearon en cultivos o minería ilegales.

Cualquiera que sea la explicación, el hecho cierto es que el deterioro del mercado laboral es mucho peor porque si esa cantidad de gente hubiera seguido buscando trabajo la tasa de desempleo hubiera llegado a 12,6 por ciento, una cifra que para un mes de abril no se veía desde el año 2005.

Agrava todavía más la situación el incremento de la informalidad y el subempleo. Si bien en Colombia hay 21,9 millones de personas ocupadas, el 43,3 por ciento de ellas (9,5 millones) están subempleadas, es decir que no tienen un trabajo decente. Hace un año era solamente el 39,1 por ciento, esto es que aumentaron en 614.000. Sumando estas cifras, se llegaría a la aterradora conclusión de que en el último año en el país desaparecieron 1’389.000 empleos decentes, y eso no se puede atribuir a la migración de venezolanos.

Este deterioro del empleo debe guardar relación con otra tendencia preocupante de la economía, también reportado por el Dane, que es el aumento de la pobreza multidimensional, el cual pasó del 17,8 por ciento en el 2016 a 19,6 por ciento en el 2018. Es decir, que el número de personas pobres pasó de 8,5 millones a 9,6 millones en ese periodo. La economía se puede estar recuperando, pero muchos colombianos todavía no lo sienten.

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