Seguimos subiendo como palma. Esta semana el Fondo Monetario Internacional pronosticó que la economía colombiana crecerá este año 6,3 por ciento, más del doble que Perú, chile o México.
El vértigo que producen esas cifras hace que casi nadie revise la columna de al lado. Allí los números son menos auspiciosos: de acuerdo con la entidad, en 2023 la economía crecería 3,5 por ciento. Si bien ese sería uno de los mayores crecimientos entre los pares de la región, muchos querrían que siguiéramos volando al ritmo que vamos, pero lo cierto es que la desaceleración de la economía colombiana no sólo es inevitable sino que hasta cierto punto también es deseable.
Para entenderlo conviene revisar los motores del auge actual. El principal ha sido el consumo, no solo porque representa dos terceras partes de toda la demanda agregada sino además porque desde hace rato viene creciendo por encima del PIB. Otro factor que ha favorecido la vigorosa recuperación de este año ha sido el precio del petróleo, que en sus peores momentos de los últimos meses ha estado entre 90 y 100 dólares por barril, muy por encima de lo que se proyectaba el año pasado. Como si lo anterior fuera poco, en el primer semestre del año se registró un aumento importante del gasto público, aupado por una estrategia electoral que terminó fracasando.
En los próximos meses los tres motores van a pasar aceite. El ritmo del consumo privado empezará a ceder como resultado de las crecientes tasas de interés y de la erosión que produce la creciente inflación en el ingreso disponible. Entre tanto, el ritmo del gasto público se verá afectado por el inminente ajuste fiscal que deberá implementar el próximo gobierno. Adicionalmente, el precio del petróleo estará al vaivén de la economía mundial, afectada en las últimas horas por la confirmación de que Estados Unidos ya acumuló dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo y está ya cada vez más cerca de la confirmación de una recesión.
¿Y por qué está desaceleración, además de ser inevitable, es hasta cierto punto deseable? Porque va a contribuir a moderar los grandes desequilibrios que hoy aquejan a la economía colombiana. Mientras varios países de la región ya hicieron parte importante del ajuste fiscal pospandemia, Colombia no lo ha hecho y sigue estando en la mira de las calificadoras de riesgo. El excesivo consumo público y privado también ha propiciado un gran desequilibrio externo, uno de los mayores de la región. Además, ese exceso de demanda también ha contribuido a aumentar la inflación.
Bajo esas condiciones, está claro que a la economía colombiana le conviene un aterrizaje suave de las alturas en las que está volando. La reforma tributaria que ha anunciado el próximo gobierno hará parte de este trabajo, mientras el resto debería correr por cuenta de los ajustes del mercado.
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo