El anuncio de un nuevo cese al fuego unilateral por parte de las Farc, desde el 20 de julio y, en principio, durante un mes, ha generado toda clase de reacciones. Unos han recibido la noticia como si fuera la panacea que sacaría al proceso de paz de cuidados intensivos, mientras otros lo han calificado como un nuevo engaño de la guerrilla.
Lo cierto es que el anuncio es un tema complejo que tiene cosas buenas, malas y feas. Empecemos por lo bueno: para los millones de colombianos que deben sufrir cotidianamente los estragos de la guerra, esta noticia equivale a salir del infierno. Todos recordamos con nostalgia la tranquilidad relativa que imperó en el país desde que las Farc declararon el primer cese al fuego unilateral, a finales del año pasado, hasta mediados de abril, cuando masacraron a unos soldados en el Cauca.
Pero por más obvia que sea la añoranza de aquella tranquilidad, el nuevo anuncio también tiene su lado malo. La experiencia de esos meses nos enseñó que para que un cese al fuego unilateral perdure, en la práctica debe ser bilateral.
Cualquier ataque de la Fuerza Pública a la guerrilla será un pretexto para romper la tregua, como de hecho sucedió. Esta situación constituye una encrucijada, porque la Fuerza Pública no puede dejar de cumplir su deber constitucional de atacar a los grupos ilegales, no solo porque podría propiciar un fortalecimiento de las Farc, sino porque ellos no son el único grupo armado al margen de la ley y no sería posible diferenciarlos de los miembros del Eln y las ‘bacrim’.
Lo feo de todo esto es que es muy probable es que la propuesta de las Farc derive en una nueva frustración para la paz. Está claro que la tregua unilateral de la guerrilla solo puede perdurar si está acompañada de un gesto similar por parte del Gobierno, pero eso es inviable desde el punto de vista político y constitucional. Lo grave es que una nueva ruptura de la tregua de la guerrilla constituiría un golpe fatal para el proceso de paz, del que quizás no podría levantarse más. Basta repasar los resultados de las encuestas sobre el respaldo al proceso de paz y a la gestión del Gobierno para confirmarlo.
En este contexto solo hay una posibilidad para salir del atasco: que el Gobierno acepte pactar un cese al fuego bilateral, pero solo cuando la mesa haya llegado a un acuerdo definitivo sobre dos de los temas más espinosos de la negociación: la justicia transicional y la participación en política de la guerrilla. En esas circunstancias, el cese al fuego bilateral ya sería irreversible, y estaría condicionado a la concentración de las Farc en zonas de verificación.
Está claro que ese es un escenario remoto, pero las dos partes deben entender que es la única salida en un contexto en que el tiempo de la paz se está agotando. ¿O acaso alguien pone en duda que el próximo gobierno en Colombia será de derecha y en Estados Unidos será Republicano?
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo