“Una de estas cosas no es como las otras”, decía una canción del programa infantil Plaza Sésamo, mientras mostraba un conjunto de elementos parecidos en el que alguno tenía una diferencia importante. Esa canción se le podría dedicar a Colombia en el marco de la Alianza del Pacífico, el esquema de integración conformado por las economías más promisorias de América Latina, y del que, lamentablemente, ya nos empezamos a rezagar.
La participación de Colombia en la Alianza del Pacífico constituye uno de los principales logros de la política comercial del país en muchos años. Basta con darle un vistazo al mapa económico de América Latina para verificar que hay dos grupos diferenciados. Mientras países como Venezuela, Brasil y Argentina han caído en una recesión, los miembros de la Alianza (Chile, Perú, México y Colombia) sobrellevan, de manera razonable, la crisis regional, generada por la caída de los precios internacionales de las materias primas.
La diferencia entre los dos grupos surge de las características de sus modelos económicos. Venezuela, Brasil y Argentina están pagando los costos de haber aplicado políticas de corte populista, insostenibles en el largo plazo. Entre tanto, Chile, Perú, México y Colombia comparten modelos ortodoxos que respetan la propiedad privada y la libertad de mercado. Producto de ello, estas economías registrarán este año un crecimiento promedio cercano al 3 por ciento, y ofrecen perspectivas promisorias en el mediano plazo, una vez se supere el ajuste inducido por la caída de los precios internacionales de los bienes primarios.
Las buenas perspectivas de la Alianza del Pacífico se derivan, en gran parte, de su apertura relativa al comercio internacional y su inserción en las cadenas globales de valor. Y digo relativa, porque aquí empiezan las diferencias: Colombia no solo tiene aranceles más altos que los de nuestros tres socios, sino que ahora se ha quedado por fuera del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), cuya firma se anunció hace unos días. Liderado por Estados Unidos, este es el esquema de integración más importante de la economía mundial y el más ambicioso de este siglo, y abarca un grupo de 12 países que incluye a México, Perú y Chile. Hacer parte del TPP significa estar en un bloque que representa el 40 por ciento de la economía global y que permite aprovechar el crecimiento de Asia, la región más dinámica de este siglo.
Al quedar marginada del TPP, Colombia pierde la oportunidad de aprovechar ese motor de crecimiento, justo cuando se ha debilitado el motor del sector minero-energético y necesitamos un nuevo impulso exportador que lo sustituya. En lugar de poner el espejo retrovisor para ver quiénes fueron responsables de dejar pasar esta oportunidad, esperemos que, por lo menos, la Corte Constitucional, al fin dé vía libre a nuestro acuerdo comercial con Corea del Sur, y que el Gobierno siga adelante en su empeño por atacar esquemas proteccionistas y racionalizar la estructura arancelaria del país. A ver si la próxima vez que pase el tren del progreso no lo dejamos seguir de largo...
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo