El anuncio del acuerdo entre el Gobierno y el Eln para iniciar una negociación constituye una noticia buena y mala para el pronto logro de la paz en el país.
Lo bueno es evidente. Como diría Pambelé, es mejor hacer la paz con los dos principales grupos guerrilleros del país que con uno solo. Si se lograra la paz con las Farc, pero no con el Eln, muchos hombres del primer grupo pasarían al segundo, como de hecho ha venido sucediendo en los últimos meses. Además, si persistiera la actividad ilegal del Ejército de Liberación Nacional, sería muy difícil verificar el cese al fuego por parte de las Farc, porque existiría el pretexto de que cualquier incidente no es responsabilidad de ellos, sino del otro grupo.
Hay más cosas positivas. Aunque durante muchos años hubo acercamientos del gobierno con el Eln, ese grupo siempre negó de tajo la posibilidad de dejar las armas. Por eso una de las condiciones clave planteadas por el presidente Santos es que este proceso debe llevar a la dejación de las armas por parte de los guerrilleros y su vinculación a la vida política. Y por eso mismo son muy valiosos los anuncios en el sentido de que en este caso no se negociarían nuevos sistemas de justicia transicional y de verificación, sino que se usarían los mismos que ya han sido acordados con las Farc.
Pero si bien las negociaciones con los dos grupos podrían converger en esos aspectos, en otros las cosas lucen más complicadas. Uno de los temas más complejos de la agenda de negociación anunciada es el de la participación de la sociedad civil en el proceso. Es sabido que el Eln siempre ha considerado que la última palabra sobre los cambios que debe haber en el país la tiene la gente, a la que se le consultaría en una especie de asambleas populares. Lo malo es que la aplicación de instrumentos como ese dejaría la agenda de negociación totalmente abierta y podría significar una prolongación indefinida del proceso.
Eso nos lleva al aspecto más delicado: una negociación con el Eln podría afectar negativamente un acuerdo con las Farc. Si los miembros del Secretariado que están en La Habana estiman que la negociación con el Eln abarca cosas que ellos no lograron, podrían dar marcha atrás en lo ya acordado. Eso puede suceder en dos temas concretos.
El primero es la realización de asambleas populares, que puede derivar en espacios de acción política que las Farc no han tenido (salvo experiencias nefastas como la de Conejo).
El segundo es el debate sobre la política de recursos naturales como el petróleo, que ha sido una bandera histórica del Eln y significaría un cambio en el modelo económico de una magnitud que hasta el momento no se ha visto en lo acordado con las Farc.
Hay que celebrar el anuncio del Gobierno de la posibilidad cierta de iniciar una negociación con el Eln, pero también hay que tener presente que sus riesgos son tan grandes como sus beneficios potenciales.
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo
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Eln: luces y sombras
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Mauricio Reina
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