Con su viaje a Japón y Corea del Sur, el presidente Santos ha intentado acercar la economía colombiana a los países asiáticos.
Se trata de una visita importante porque contribuye a romper el aislacionismo en que estaba cayendo Colombia en los últimos años, pero sus logros son magros comparados con los inmensos desafíos que aún hay que superar.
La importancia de que Colombia estreche sus lazos económicos con los países asiáticos es evidente.
El eje del desarrollo económico global se ha ido desplazando desde Occidente hacia Oriente, y hoy pocos dudan que este sea el siglo de Asia.
Basta un dato para ilustrar la magnitud de esa transformación: a comienzos de este siglo las economías asiáticas representaban la tercera parte de la producción mundial, y para el 2040 esa participación se habrá duplicado de acuerdo con cálculos de Robert Fogel, premio nobel de Economía.
Colombia no puede darse el lujo de ignorar un hecho tan importante como el que en menos de veinte años dos tercios de la economía mundial correspondan a Asia.
Nuestro mercado interno es insuficiente para desarrollar economías de escala y debe estrechar lazos con la economía internacional si quiere alcanzar niveles de producción competitivos.
Esa necesidad es especialmente apremiante considerando que tenemos una de las economías más cerradas de América Latina, lo que significa que hemos desaprovechado oportunidades de crecimiento por atender los intereses proteccionistas de unos cuantos privilegiados. En ese contexto, permanecer desconectados del motor asiático, como lo hemos hecho hasta el momento, constituiría un acto supino de miopía económica.
En ese contexto, el viaje del presidente Santos constituye un paso alentador, pero claramente insuficiente.
Los principales logros de la visita lo confirman. Con Japón se suscribió un Acuerdo de Protección a la Inversión que se venía negociando desde el mandato del ex presidente Uribe.
Paralelamente, en la visita los dos gobiernos plantearon que evaluarán las condiciones para negociar un acuerdo de complementación económica, una iniciativa que ha estado sobre la mesa desde hace más de tres años.
En lo referente a Corea del Sur, el viaje presidencial ha arrojado algunos acuerdos sectoriales de cooperación, pero sigue embolatada la joya de la corona: el cierre de la negociación de un Tratado de Libre Comercio entre los dos países.
Aunque los dos mandatarios señalaron que la negociación debería concluir antes de terminar este año, no se conocieron directrices para superar los grandes obstáculos que enfrenta el proceso: la apertura del sector agrícola coreano y la del sector automotor colombiano.
Mientras no exista una clara decisión política de insertar a Colombia en la economía mundial, viajes como este sólo dejarán logros menores.
Ya veremos si el Gobierno de Juan Manuel Santos tiene el talante para impulsar nuestra economía por el camino del futuro, o si opta por dejarla anclada en el proteccionismo del pasado.