La celebración de los 20 años de este diario ha constituido una excelente oportunidad para evaluar los logros de la economía colombiana y los retos que tenemos por delante. Para un país acostumbrado a no ver más allá de pasado mañana, es muy importante analizar qué nos depara el futuro.
Los logros de las últimas dos décadas son innegables. En los años noventa se sentaron las bases para una nación más moderna, con avances como la apertura económica y la independencia del Banco de la República, y con una estabilidad macroeconómica que aguantó los vaivenes de la economía internacional.
Posteriormente, en lo corrido de este siglo contamos con dos circunstancias muy favorables. Por un lado, las mejoras en seguridad restablecieron la confianza de los agentes económicos en el país. Por otro, tuvimos el impulso de los vientos de la economía mundial, no solo por los altos precios de las materias primas, sino, además, por la abundancia de capitales externos y las bajas tasas de interés internacionales.
Los resultados saltan a la vista. En la última década, la economía, medida en dólares, se duplicó, el ingreso por habitante alcanzó los 10.000 dólares, la pobreza cayó casi veinte puntos porcentuales, cinco millones de personas entraron a hacer parte de la clase media y el país salió de la infame lista de las 10 economías más desiguales del mundo.
¿Seguiremos a este ritmo en el futuro próximo? Lamentablemente no, a menos que hagamos un cambio drástico. Los buenos vientos externos han empezado a cambiar. Los precios internacionales de las materias primas están cediendo terreno y la bonanza minera colombiana está empezando a parecerse, cada vez más, a una oportunidad perdida. Entre tanto, el aumento de las tasas de interés internacionales y la reversión de la abundancia de divisas son solo cuestión de tiempo.
De esta manera, Colombia y los demás países vecinos tienen que dar un viraje urgente, reemplazando un crecimiento impulsado por los vientos externos por otro apoyado en la productividad. Lamentablemente, en este frente las noticias no son muy buenas: la productividad de América Latina ha crecido muy poco en los últimos años, y Colombia no ha sido la excepción.
Además, en nuestro caso, se ha triplicado el costo de la mano de obra, medido en dólares, sin que haya habido una mejora paralela de las aptitudes del capital humano. ¿Sabía usted que la mitad de los muchachos colombianos de 15 años no entienden lo que leen, y que menos del 5 por ciento de los estudiantes de grado 11 tienen buenas aptitudes deductivas e interpretativas?
Es innegable que Colombia ha avanzado mucho en los últimos años, y que hoy tenemos una clase media pujante y un entorno macroeconómico sólido. Pero si no adoptamos una estrategia de choque para elevar la productividad empresarial y mejorar nuestro capital humano, la celebración de los 30 años de este diario bien podría arrancar con esta frase: ¿se acuerdan de la época en que nos fue bien?
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo