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Mauricio Reina

El grito en el cielo

"El teléfono sigue avanzando en su empeño de acabar con la poca tranquilidad que le queda a la human

Mauricio Reina
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Mauricio Reina

Edgar Degas era un visionario, y no solo en cuestiones de pintura. Un día Claude Monet lo invitó a su casa para mostrarle su nueva adquisición: un revolucionario aparato llamado teléfono. Con el entusiasmo propio de quien estrena cualquier cachivache, Monet le hizo una completa demostración del artefacto y se quedó esperando su reacción. Tras un minuto de silencio, Degas sentenció sin inmutarse: "ya entiendo cómo funciona: el aparato suena y uno tiene que levantarse".

Transcurrido más de un siglo, las cosas no han cambiado mucho: el teléfono sigue avanzando en su empeño de acabar con la poca tranquilidad que le queda a la humanidad. Y que conste que no estoy haciendo una pataleta digna de un individuo intolerante e hipersensible al ruido. Aunque bastaría con señalar que hay pocas personas tan tolerantes como yo, prefiero usar un argumento más objetivo: Keith Richards, quien tiene los oídos bastante curtidos por el ruido, afirma que el peor invento de la modernidad es el teléfono, porque es el único aparato que le permite a cualquier persona meterse en la casa de uno.

¿La casa de uno? Digo mal... Con la expansión de los teléfonos celulares estamos rodeados. Donde quiera que usted vaya habrá un coqueto ringtone sonando y un sujeto diciendo bobadas por un celular. No contentos con llevar su garla a los restaurantes y los cines, han invadido los lugares más insólitos. El otro día, mientras me lavaba las manos en el baño de un centro comercial, oí una voz que preguntaba desde el interior de un cubículo: "¿y qué anda haciendo?". Por fortuna el remoto interlocutor no preguntó lo mismo.

En medio de la invasión celular, uno de los pocos reductos que nos quedan son los aviones. Pero pronto eso será cosa del pasado. ¿Usted es de los ingenuos que creyeron que no se pueden usar celulares en los vuelos, porque los equipos del avión se enloquecen? Ya somos dos... Pero hay otros que piensan distinto: ahora resulta que las aerolíneas internacionales están evaluando la posibilidad de permitir el uso de teléfonos celulares en los vuelos comerciales. A comienzos de este año Air France empezó a desarrollar una prueba piloto en su Airbus A318: inicialmente ha permitido el envío de mensajes de texto y en pocos meses permitirá hacer llamadas.

Así como lo lee: llamadas de celulares en los aviones. Todos sabemos que viajar en avión es cosa seria: soportar indignas requisas, llegar a la sala de espera con el cinturón en la boca como un Golden retriever, agarrar el virus de última generación en el aire reciclado de la cabina... Hasta ahora todo eso se veía compensado por ese silencio sublime que hay después de que el auxiliar de vuelo termina de dar unas instrucciones ininteligibles, y que solo es interrumpido por el Capitán para avisar que el avión está sobrevolando la población de Ambalema. En ese glorioso período de tranquilidad usted puede terminar una novela o devorar varias revistas, dependiendo de su lugar de destino.

Pero como una mala idea se difunde más rápido que un buen chisme, si prosperan las pruebas de Air France y las autoridades aeronáuticas internacionales se ponen complacientes, la moda de los celulares en los aviones no tardaría en llegar a Colombia. ¿Se imagina cómo sería la cosa? Basta con recordar lo que grita el pasajero de al lado cuando habla por celular antes de despegar ("¿Y qué más, bizcocho?") e imaginarse lo que significaría oír esa clase de conversaciones durante todo un vuelo... no hay camino más expedito hacia la locura.

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