La escena política de Estados Unidos se está pareciendo cada vez más a la saga de El Padrino. La manera como los republicanos han puesto contra la pared a Barack Obama parece más una extorsión que el quehacer político de un país civilizado. En el momento de escribir este artículo vamos en que los republicanos tal vez acepten un ligero aumento temporal del techo de la deuda. Ojo a las palabras: ‘tal vez’, ‘ligero’, ‘temporal’… la política del chantaje sigue vigente.
El problema que se ha armado en Washington deja por el momento una pregunta, una enseñanza y una moraleja.
La pregunta es obvia: ¿cuál va a ser el costo económico de este lío? La respuesta tiene dos partes. El cierre del Gobierno, que se inició la semana pasada, no tendrá un costo muy grande si se resuelve en plazo razonable. Aunque más de medio millón de trabajadores federales se han quedado en el aire y un poco más de un millón están cumpliendo sus funciones sin recibir sueldo, los costos agregados son manejables. Los cálculos indican que cada semana que el Gobierno federal dure cerrado le restará entre 0,1 y 0,2 por ciento al crecimiento estadounidense en el cuarto trimestre de este año. Pambelé diría que es mejor no tener ese problema que tenerlo, pero está claro que no es una catástrofe.
La segunda parte de la respuesta es más complicada y tiene que ver con lo que pasaría si la deuda del Gobierno llegara a tocar el techo fijado por el Congreso, ya sea el próximo 17 de octubre o unas semanas después (recuerden que la fórmula propuesta por los republicanos es ‘temporal’).
Esta situación tendría un costo para la economía global y otro para Estados Unidos. Si los acreedores internacionales creyeran que el problema va a ser duradero, el sistema financiero internacional colapsaría como lo hizo en el 2009 tras la crisis de Lehman Brothers. Cualquier daño menor que ese dependería de la confianza de los acreedores en que tarde o temprano la sensatez se impusiera en Washington. Pero ni el mejor de los escenarios externos impediría que el Gobierno estadounidense tuviera que recortar gastos importantes como la cancelación de intereses, las deudas con proveedores y otros ajustes que golpearían su crecimiento.
La enseñanza que deja todo esto es que Barack Obama perdió la capacidad de gobernar, al no poder lidiar con unas bancadas republicanas envalentonadas que ni siquiera necesitan controlar ambas Cámaras para meter zancadillas a diestra y siniestra. Obama está en lo cierto cuando dice que no se puede gobernar un país a punta de chantajes, pero ¿quién dijo que en política triunfa quien tiene la razón?
Eso nos lleva a la moraleja: es complicadísimo gobernar con un presidente debilitado y un Congreso opositor envalentonado, independientemente del país del que se trate. ¿Les parece una moraleja muy boba? Pues esperen a ver la bobada que se nos puede armar en Colombia a partir del año entrante…
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo