Esta semana el precio del gas natural alcanzó niveles récord en Europa, incrementando las presiones inflacionarias y los temores de que la crisis energética acelere el camino hacia una recesión. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, lo resumió en una frase lapidaria: se acabó la era de la abundancia. Todo esto ha sido resultado de un simple anuncio de Rusia, principal proveedor de gas del mercado europeo, de que cortará el abastecimiento por unos días al comienzo del próximo mes.
Mientras los europeos se preparan para enfrentar uno de los inviernos más difíciles en mucho tiempo (marcado por la inflación, la escasez de energía y una inevitable sensación de derrota frente a Moscú), muchos se hacen un par de preguntas. ¿En qué momento tomó Europa la mala decisión de sacrificar su autonomía energética? ¿Qué los llevó a depender de un proveedor tan poco confiable como Rusia?
Preguntas como esas deberían guiar el debate sobre el futuro del gas en Colombia. Hay que recordar que alrededor de 11 millones de hogares colombianos usan gas, así como casi 200.000 usuarios comerciales e industriales, y parte importante del transporte público de nuestras ciudades. A pesar de ello, desde que estaba en campaña Gustavo Petro anunció que no se darían más licencias de exploración una vez el llegara a la Casa de Nariño. Esta posición ha sido confirmada por su ministra de Minas y Energía, quien ha argumentado que confía en que las reservas de gas alcancen para hacer la transición energética, advirtiendo que si no fuera así Colombia podría importar gas desde Venezuela.
Es importante que el gobierno tenga en cuenta algunos elementos de juicio antes de tomar decisiones apresuradas. Sacrificar la autonomía energética no es una buena idea, como lo atestiguan hoy los países europeos. Esa experiencia también muestra que depender del abastecimiento de un socio dominante tampoco es una buena idea, y menos si tiene un comportamiento político autocrático y despótico, como Rusia o Venezuela.
Pero hay más. Si bien la lucha contra el calentamiento global constituye un objetivo clave en estos tiempos, hay que procurar que los beneficios esperados de esa cruzada compensen los costos. Colombia produce menos del 0,5% de las emisiones globales de CO2, y menos de 30% son generadas por el sector energético (La principal fuente de CO2 en Colombia es el cambio en el uso del suelo, inducido principalmente por la deforestación y la expansión de la ganadería extensiva).
Si Colombia suspende la exploración de gas y las reservas resultan ser insuficientes para atender la transición energética, los costos para 11 millones de hogares y para muchos actores económicos serían altísimos. Mientras tanto, el aporte que haría el país a la lucha global contra el cambio climático sería insignificante. Ojalá el gobierno vea lo que está pasando al otro lado del océano antes de tomar decisiones apresuradas.
Mauricio Reina
Investigador asociado de Fedesarrollo.