En estos días de campaña presidencial en Estados Unidos, muchos han recordado la famosa frase acuñada por un estratega de Bill Clinton en 1992: “es la economía, estúpido”. Ese eslogan hizo carrera para señalar que los problemas económicos están por encima de las preocupaciones políticas a la hora de evaluar el bienestar de una sociedad.
Nosotros podríamos usar la frase opuesta para definir la situación actual de Colombia. Y es que si bien la caída de la renta petrolera ha significado una reducción del dinamismo productivo frente al registrado en los doce años anteriores, hoy el panorama económico del país parece depender más de la política que de cualquier otra cosa.
Las últimas noticias sobre la economía colombiana son más positivas que negativas. El PIB creció 3,1 por ciento el año pasado, ligeramente por encima del pronóstico de la mayoría de los analistas. Además, en enero y febrero las ventas de varias grandes empresas nacionales seguían creciendo a un ritmo cercano al 10 por ciento, lo que refleja un buen comportamiento del consumo. Por supuesto, preocupa que el desempleo haya empezado a aumentar, pero eso estaba descontado tras más de un año de reducción del dinamismo económico.
Entre tanto, el panorama ha mejorado levemente en otros frentes. Si bien en febrero la inflación aumentó a 7,59 por ciento anual, esa cifra es menor que la que esperaba el mercado y puede marcar un quiebre de tendencia. De hecho, los dos componentes que jalonaron hacia arriba la inflación en los últimos meses dieron un respiro: tanto los precios de los alimentos como los de los bienes transables se desaceleraron en febrero.
A ello se suma que las expectativas de inflación han descendido en los últimos tres meses, lo que también constituye un alivio para la política monetaria. Con todo, lo más probable es que la junta del Banco de la República eleve su tasa de interés a 6,5 por ciento la próxima semana, pero también que después dé un compás de espera para ver si se consolidan los alivios de los precios. Todo ello se da en un entorno internacional un poco más promisorio que el del comienzo del año, con un aumento del precio del petróleo que ya alcanza varias semanas.
En medio de ese panorama ligeramente alentador, surge la política. Todos sabemos que la estabilidad macroeconómica del país depende de que el Gobierno presente una reforma tributaria al Congreso en el segundo semestre del año. Para que ese proyecto no nazca muerto se requiere que a esas alturas ya se haya realizado el plebiscito por la paz, lo que a su vez exige que las negociaciones de La Habana terminen a más tardar en el mes de mayo.
¿Es alcanzable ese objetivo? Teniendo en cuenta que el presidente Santos ya anunció que la famosa meta del 23 de marzo no es viable, y considerando que las relaciones entre el gobierno y la oposición son cada vez peores, los cronogramas lucen cada vez más apretados y la política se puede terminar llevando por delante a la economía.
Mauricio Reina
Investigador de Fedesarrollo
¡Es la política, estúpido!
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Mauricio Reina
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