Cuando se confirmó el fichaje de James Rodríguez como nuevo jugador del Real Madrid, surgió un problema para quienes no somos hinchas del equipo merengue. ¿Cómo conciliar las ganas de apoyar al mejor jugador colombiano en la actualidad, con la antipatía que genera el equipo que lo contrató?
A mí, el problema me duró las 24 horas que transcurrieron desde que me enteré de la contratación, hasta que seguí el discurso de Florentino Pérez por televisión. Cuando vi al zar de los merengues, como lo he visto decenas de veces en su palco del Santiago Bernabeu, con esa mezcla de arrogancia y displicencia que recuerda los mejores momentos de El Padrino, reviví las razones por las que no me gusta su equipo y tomé mi decisión.
Lo que más me molesta del Real Madrid es que encarna el epítome de la arrogancia de la chequera en el deporte. Los madridistas creen que todo se arregla con plata, lo mismo que los Yankees de Nueva York en el béisbol, o los Lakers de Los Ángeles en el baloncesto.
No en vano los merengues son el equipo de fútbol más caro de la tierra, con un valor de 3.440 millones de dólares, según la revista Forbes. Si ese inmenso presupuesto tuviera un impacto proporcional en los logros deportivos, vaya y venga, pero los resultados de Florentino Pérez y su corte no se compadecen con los ceros de su chequera. Para ser el equipo más caro del mundo, su palmarés reciente es más bien discreto: en la última década ha ganado cuatro de diez títulos en la Liga Española, y solo uno en la Liga de Campeones.
La proclividad mercantilista del equipo contrasta con su desdén deportivo. ¿Cultivar las divisiones inferiores para desarrollar talento propio? Nada de eso. ¿Tener planes de largo plazo para garantizar una buena cosecha de jugadores en el futuro? Menos aún. La estrategia del Real consiste en comprar todos los futbolistas que brillen a su alrededor, como lo ha hecho después del Mundial, en primer lugar para que no los tengan los demás, y en segundo término para tenerlos ellos, así no tengan dónde ponerlos.
Allí radica el mayor riesgo de la incorporación de James al Real: que termine banqueado en la etapa más importante de su crecimiento como futbolista. Si alguien cree que ningún equipo pagaría una alta suma de dinero por un jugador para sentarlo, es porque no conoce a los merengues. Ahí están los casos de Kaká, Modric, Isco y Owen, por quienes el Madrid pagó casi 150 millones de dólares y terminaron reposando al lado de las toallas y los termos.
También podríamos discutir lo que significará para James, un cultor del compañerismo y el juego en equipo, estar al lado del simpático y generoso Cristiano Ronaldo, pero para qué entramos en honduras… Yo ya tengo claro que quiero que a James le vaya muy bien, pero de ninguna manera haré fuerza por su nuevo equipo.
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fed